26 de marzo de 2019

La historia y la vida: asunto de futuribles

En un par de posts anteriores hablaba de la visión de la historia que tiene Gustavo Bueno; hablaba de quiénes eran aquellos que podemos considerar sus protagonistas (éste), así como del peso que puede tener en el discurso histórico el hecho de articularse mediante relatos (éste). Quería matizar un aspecto en referencia a la primera cuestión. Cuando hablaba de que los protagonistas de la historia eran aquellos que dependían de alguna manera de unos hilos que manejaban sus vidas, de modo que éstas no dependían estrictamente de ellos, evidentemente esto no tiene nada que ver ni con el determinismo histórico ni con el fatalismo, sino con el hecho de que, por el hecho de haber adquirido ciertos compromisos y las obligaciones subsecuentes, uno ya no es dueño de su agenda, sino que su día a día depende de ella. Cuando uno se debe a su agenda no quiere decir que no tenga capacidad de decisión, sino que las líneas en que puede ejercitar dicha capacidad están delimitadas por sus compromisos y sus obligaciones; ya no se puede hacer lo que se quiera, sino que lo que se quiera se debe hacer en el ámbito resultante de su compromiso social e histórico. Cuanto mayor sea ese compromiso social por el cargo que se ostente o la ocupación que se desempeñe, menos margen tendremos para gestionar nuestra capacidad de decisión, por decirlo así.

Que ello no es un determinismo se puede apreciar en el hecho de que, aun cuando perteneciendo a un determinado hilo de la historia, uno tiene cierta capacidad de maniobra; ante un determinado cargo, no todos lo ejercen del mismo modo, estando todos por igual a merced de las exigencias del mismo. Esto tiene que ver con lo que Bueno denomina futuribles. En un hilo de la historia, y ante una encrucijada, caben distintas alternativas, pero no cualquier cosa; esas alternativas ‘viables’ son las que Bueno denomina futuribles. Pues bien, cada individuo optará por unos futuribles o por otros, y así cada individuo desempeñará a su manera el puesto al que está adscrito; y según qué individuo desempeñe ese puesto el decurso histórico será distinto; no es irrelevante, pues, lo que uno haga, y ello en la medida en que más apreciable sea su responsabilidad.

Estos hilos son como líneas que, si por un lado se caracterizan por cierta tensión que nos atrapa —como digo—, y nos dejan cierta holgura en la decisión, su decurso depende precisamente de las decisiones que tome la persona que en ese momento concreto está desempeñando dicha función. Y así es cómo, poco a poco, se va construyendo la Historia. «La confrontación de los cursos efectivos de la Historia con los cursos futuribles, a partir de puntos de bifurcación, o de sujetos singulares insustituibles, es una tarea imprescindible en el proceso de construcción de una historia causal racional». Este futurible no debe identificarse con una mera contingencia o arbitrariedad, sino que sus posibilidades de desarrollo dependen de la situación en que dicho futurible se sitúa, así como de sus posibles vías de desarrollo. No se puede hacer lo que se quiera en cualquier situación, sino que las capacidades de decisión se encuentran delimitadas por unas barreras que le dotan de cierta holgura.

Los hilos de la historia devienen, no pueden no devenir. Porque el hombre y la sociedad, no es que ‘tengan’ historia, sino que son intrínsecamente históricos, que es distinto. No podemos no devenir, no podemos dejar de hacer cosas… Hasta quedarse sin hacer nada es tomar una iniciativa: la de la inacción… porque la historia sigue pasando. De este modo, ante cada situación, ante cada encrucijada, quien esté en disposición de ello hará que dicho hilo devenga en un sentido o en otro, de él dependerá; pero dicho hilo ‘tiene que’ devenir, sea en el sentido que sea. En qué sentido sea —como digo— dependerá de la persona que corresponda.

«La intervención del sujeto singular no introduce, por tanto, contingencia en el despliegue objetivo, sino que, simplemente, determina su curso en una dirección diferente a la que se hubiera seguido si otros sujetos hubieran intervenido».

De este modo las decisiones personales del individuo históricamente relevante se dan en el seno de esas corrientes o flujos sociales y públicos; e independientemente de la mayor o menor arbitrariedad de dichas decisiones, aparecen enmarcadas en el devenir de la historia donde alcanzan una comprensibilidad racional, ya que toda decisión históricamente relevante (por muy arbitraria que sea) se corresponde con algunas de las posibilidades que la situación que está viviendo le brinda.

Si nos fijamos, esto es algo que puede ser extendido a nuestras propias vidas personales, biográficas. Ante las situaciones que inopinadamente nos va brindando la vida, tampoco nosotros, a nivel personal, podemos hacer lo que buenamente se nos antoje, sino que nos debemos a nuestros roles adquiridos o responsabilidades asumidas. Y esto no debe suponer sentirnos constreñidos, o no debería: supongo que cada uno asume en este sentido las responsabilidades que estima oportuno, a sabiendas que todos debemos mantener ese equilibrio entre nuestro interés personal y nuestro compromiso cívico, sea del tipo que sea. Cuando esto se viva con armonía, observaremos cómo nuestras vidas no discurrirán por torrentes estrechos sino por ríos de cauces holgados, de modo que no podremos ‘navegar’ por cualquier sitio sino únicamente por los que nos permita ese cauce de anchos márgenes; porque en ese cauce podremos adoptar distintas decisiones, en un menor o mayor espectro de amplitud. Supongo que ahí también entrará nuestra pericia.

4 comentarios:

  1. Hola, Alfredo, que no te tengo abandonado. Que te leo un día sí y otro no, para no empacharme. Echo de menos G+ y todavía no he encontrado un sitio dónde reposar mis huesos.
    Con respecto a lo que dices en el escrito, en principio tienes razón. Si ocupas un puesto "determinante", tus decisiones diarias te introducirán en una de las sendas posibles. Pero, en esto, no todas las decisiones son determinantes y muy pocas, en comparación con las infinitas sendas posibles, determinarán lo que llamamos "historia", aunque siempre influirá en tu propia historia.
    He pensado también que, por eso Dios nos va liberando poco a poco del peso de la determinación y nos concede un tiempo sin la mayoría de las ataduras. Me refiero al hecho de que, con los años, te vas encontrando cada día más libre, hasta que venga la libertad absoluta para los que crean en un más allá, sea como sea.

    No puedo dejar de decirte que, no sé cómo te las apañas para elegir autores a los que no tengo ninguna simpatía. Ya sabemos de Zibiri. Ahora, vamos a añadir a Gustavo Bueno. Un saludo, Alfredo

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  2. Una de mis preguntas impertinentes:
    ¿Nunca has dudado de tu fe católica?

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  3. Estimada Dulcinea, ¡qué bueno saber que estás por aquí! Muchas gracias. Yo tampoco acabo de encontrar 'mi sitio' en las RRSS; la verdad es que en G+ habíamos formado un grupo majo, pero bueno, la vida.
    Por lo demás, es interesante lo que dices. Es cierto, con los años, con la edad, se te van abriendo nuevas perspectivas y posibilidades, vas dejando de ver las cosas tan blancas o negras, empiezas a sentirte cómodo entre los grises, ¿verdad? Es más, celebras ver la vida así, desde esa libertad.
    Respecto a los autores, no creas, que Bueno tampoco es un autor que me sea especialmente simpático. Me recomendó un amigo historiador este texto cuando le expuse un poco las inquietudes que intento transmitir, y me lo recomendó, y me pareció muy bueno. De Zubiri sí que no; yo, zubiriano hasta la médula, siempre, ja, ja.

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  4. Respecto a lo otro, me sorprende que me hagas esa pregunta.

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