26 de marzo de 2015

Comenzando con la filosofía

En el curso que Ortega y Gasset impartió en 1928, ¿Qué es filosofía?, realizó un análisis muy interesante tanto del realismo clásico como del idealismo moderno. Tal análisis giraba en torno a una cuestión que es por lo menos sugerente, a saber: cuál es el dato radical del Universo, de qué podemos partir en nuestra reflexión sin tener el mínimo asomo de duda, qué es aquello que podemos aprehender con total certeza y que nos sirva de base a nuestro edificio filosófico. Es conocido que tal era el propósito de Descartes. La cuestión es si Descartes dio con la solución, aunque parece ser que no. Y la siguiente cuestión es si Ortega dio con ella, cosa a mi modo de ver más que discutible.

Pero lejos de entrar en esta discusión (quizá en otra ocasión), si traía esto a colación era por ese punto inicial de partida. Esta pregunta creo que es interesante: ¿qué es aquello de lo que no se puede dudar?, ¿de qué podemos afirmar taxativamente que lo conocemos en toda su radicalidad y en toda su profundidad? Estas cuestiones, que en principio pueden parecer un tanto chocantes por su obviedad, a poco que uno se ponga a pensar en ellas se dará cuenta de que no lo son tanto.

Hace unas pocas semanas hicimos tal reflexión en clase, y me gustó mucho una respuesta con la que un alumno comenzaba su exposición. Más o menos venía a decir así: "es una cuestión más complicada de lo que parece". ¡Oooohh, qué sabiduría! Pues a mi modo de ver sí que la tiene, efectivamente. Ser capaz de atisbar la complejidad que se esconde tras lo que se nos aparece en primera instancia, implica ya una capacidad de perspectiva y de análisis digna de mención. Y es que en general, las cosas son mucho más complicadas de lo que parecen. Si nos detenemos a pensar sobre ellas, nos damos cuenta de que dan mucho que pensar, y que para nada se reducen a nuestra primera consideración.

Y esto es lo que nos ayuda a hacer Ortega en las once lecciones que componen el curso. La verdad es que leer a Ortega es una delicia. Es capaz de llevarle a uno a las más profundas cuestiones acerca de la realidad, de la vida, de uno mismo,... prácticamente sin percatarnos, disfrutando del viaje. Y cuando uno lee a estos grandes autores se da cuenta de que en general (por lo menos un servidor) solemos pensar poco. Supongo que el ritmo y las necesidades de la vida no nos lo ponen fácil. Aunque igual si fuera tan fácil, perdería cierto atractivo.

Atractivo que indudablemente tiene, menos mal, pues de alguna manera nuestras vidas están implicadas en ello. Y una gran virtud de la reflexión orteguiana en particular y de la española en general sin duda es su aplicabilidad a la vida, a nuestra vida,... No a 'la' vida en abstracto, sino a la vida de cada uno de nosotros, la vida de cada cual: la tuya y la mía, y la de ese y aquél (parafraseando a Unamuno). Este aspecto, que se ha extendido a no pocos autores pertenecientes a la denominada Escuela de Madrid, es de una riqueza excepcional.