12 de julio de 2022

El creativo inconsciente cognitivo: para ‘pensar’ es preciso ‘no pensar’

En este post traté de definir dos conceptos (‘mental’ e ‘inteligente’) que tienen un correlato evidente con otros dos que la neurofisiología actual emplea en el ámbito de la conciencia cognitiva, y que son comúnmente conocidos como lo consciente y lo inconsciente. El origen de ello se puede rastrear hasta los trabajos de Kornhuber, Libet, Wegner, etc., que pusieron de manifiesto cómo la consciencia de un acto concreto que pudiéramos hacer era posterior al comienzo efectivo de dicho acto, el cual se daba antes de que fuéramos conscientes de ello. En el fondo es algo parecido a lo que ocurre en el ámbito afectivo: en términos neurofisiológicos, se conoce como sentimiento la toma de consciencia de una emoción, el cual surge una vez el proceso emocional ya ha comenzado.

Todas estas investigaciones abrieron el debate de qué papel jugaba lo inconsciente en nuestra cotidianeidad, más allá del uso que se daba a este concepto en el psicoanálisis. Si bien Freud puso ya de manifiesto que en nuestra conducta tiene mucho peso lo inconsciente, que esto ocurriese también (y no desde un enfoque clínico) en los procesos cotidianos de nuestro organismo generaba no pocos interrogantes.

Cada vez hay más autores que se adhieren a la idea de que el pensamiento consciente es sólo una parte de la capacidad que tenemos de procesar la información. Y también está aceptada generalizadamente la idea de que, mientras que el pensamiento consciente es más adecuado para tratar con situaciones simples, bien definidas y delimitadas, el procesamiento inconsciente lo es para tratar con situaciones complejas, con muchas variables y posibles soluciones, etc. Lo consciente sólo puede atender a una cantidad limitada y acotada de información, mientras que el inconsciente puede ocuparse coherentemente de información múltiple y variada. Mientras lo consciente se localiza cerebralmente en la corteza prefrontal, lo inconsciente abarca una trama amplia de redes neurales repartidas por todo el cerebro, con capacidad para integrar información de variado origen. Pues bien, creo que hay un paralelismo evidente entre el pensamiento consciente y lo mental, y el pensamiento no consciente y lo inteligente, tal y como definí estos términos en el post comentado.

A ello cabe añadir una idea más: el pensamiento inconsciente sigue procesos ascendentes, es decir, de las zonas centrales del cerebro asciende hacia las corticales, mientras que el consciente es descendente, lo que tiene una consecuencia muy importante. El proceso consciente es atencional, dirigido, actúa conforme a expectativas y modelos internos que trata de verificar seleccionando la información adecuada, y desestimando lo que no quepa o encaje, es jerárquico, dominante; el proceso inconsciente no es jerárquico, capaz de recoger mucha información, posibilitando una mayor flexibilidad para representarse el entorno, para hallar nuevas combinaciones de ideas, para resolver problemas con un mayor abanico de respuestas.

Ello nos lleva a una segunda idea, y que expuse en el post siguiente al comentado, y que a la luz de lo expuesto se comprenderá: el ámbito en el cual se juega la creatividad, la imaginación creadora, no es en el de lo consciente, sino en el de lo inconsciente. Creo que todos hemos tenido esa sensación de que fijar la atención en un problema es contraproducente y que, cuando no le prestamos atención, la solución o las nuevas ideas surgen sin saber muy bien cómo. Nuestro cerebro se ha esponjado, y una vez liberada la presión o la atadura de lo consciente, ha permitido que toda esa sabiduría no consciente pueda aflorar, pueda hacerse valer, propiciando lecturas del mundo y de la realidad que se escapan a lo que nuestra limitada consciencia puede gestionar, pero no por ello menos verdaderas. La dimensión estética tiene mucho que ver con los procesos de estas estructuras centrales, más allá de los intereses (en sentido kantiano) que puedan tener los conscientes. Para poder aprovechar todo ese rico bagaje que habita en lo profundo de nuestras estructuras orgánicas, también cerebrales, es preciso que los procesos conscientes descendentes no lo ahoguen, que lo dejen aflorar, que la atención se distraiga, que dejemos vagar la mente, gracias a lo cual lo no consciente, puede ascender, lo inteligente se puede hacer presente; un hacerse presente que no sólo se da en la vida, sino incluso en nuestra consciencia, en lo mental. Seguramente la creatividad tenga algo que ver con esto. Para ‘pensar’ es preciso ‘no pensar’.

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