3 de agosto de 2021

El significado paradigmático de la hermenéutica teológica

Algo similar a lo que comentábamos en el anterior post en referencia a la hermenéutica jurídica, ocurre con la hermenéutica teológica, en la que todo contenido dogmático debe ser dicho en una predicación concreta. Aunque no del todo, porque el predicador no añade nada nuevo (dogmáticamente hablando) a aquello que comunica (cosa que sí que puede acontecer en el lenguaje jurídico): quizá tan sólo una mejor comprensión. «El mensaje de salvación no experimenta en virtud de la predicación ningún incremento de contenido que pudiera compararse con la capacidad complementadora del derecho que conviene a la sentencia del juez», dice Gadamer. En efecto, el predicador en su predicación no posee una autoridad dogmática similar a la del juez en la justicia; el predicador se debe a su mensaje, y su ‘autoridad’ deviene de la autoridad del mensaje, no de sí mismo. Esta primacía de la Escritura se mantiene no sólo ante el predicador sino también ante el historiador-teólogo, quien se sabe en un segundo estatus ante el de la Revelación. De ahí la necesidad de la actitud específica que ha de poseer el teólogo en su ejercicio, frente a la de cualquier otro historiador de cualquier otra disciplina. El teólogo parte de una pre-comprensión, de un presupuesto de partida, sin el cual no podrá realizar adecuadamente su función como tal.

Pero en cualquier caso se observa cómo, tanto en el caso del jurista como en el del teólogo (como en el de cualquier intérprete), la comprensión de un texto sólo se concreta en su aplicación (recordemos los tres momentos de comprensión, interpretación y aplicación) a un caso y a un momento concretos. Ninguno de ellos goza de libertad absoluta ni frente al texto, ni frente a la tradición en que históricamente ha devenido dicho texto. Frente a la pretensión científica de pura objetividad, y la pretensión romántica de acceso al sentido original, la tarea hermenéutica pasa por concretar un significado a una situación determinada, siempre desde un sano distanciamiento hermenéutico.

Hay un detalle más que comenta Gadamer, y que es muy interesante, un detalle que al historiador no le pasa desapercibido, a saber: la necesidad de contextualizar adecuadamente el texto en su situación original, consciente de que lo que un texto expresa no es únicamente aquello que expresa explícitamente, «sino preferentemente aquello que llega a expresarse a través de este decir y referirse a algo, sin que a su vez se intente expresarlo; es algo así como lo que la expresión ‘traiciona’». Lo que nos trata de decir Gadamer es que un texto, todo texto, comunica mucho más de lo que es capaz de comunicar explícitamente.

Por este motivo cabe considerar la expresión como algo más amplio que lo lingüístico. La interpretación está relacionada no tanto con el sentido ‘intentado’ como con el sentido ‘oculto’ que hay que averiguar. El historiador debe desvelar esta expresión ‘involuntaria’ de la que también es vehículo el texto. Y aquí llega el fenómeno hermenéutico a su plenitud: «la interpretación se hace necesaria allí donde el sentido de un texto no se comprende inmediatamente, allí donde no se quiere confiar en lo que un fenómeno representa inmediatamente».

Paradójicamente, cuando nos contentamos con el significado explícito de un texto, nos quedamos a medio camino, nos estamos perdiendo parte de lo que nos puede comunicar, quizá lo más importante. Es por esto que el historiador intenta ir más allá del filólogo, tensión que se encuentra muy aliviada desde que el filólogo asume la conciencia histórica también. Si el filólogo no debe atender exclusivamente al texto para atender el contexto histórico, el historiador no debe dejarse llevar exclusivamente por el carácter científico de su investigación y debe dejarse orientar por los modelos jurídico y teológico, en los cuales las sucesivas aplicaciones de los textos conllevan significaciones que pueden ser decididamente útiles (aunque el historiador no debe desconectarse tanto del texto como para no considerarlo en sí). Si nos damos cuenta, el historiador y el filólogo no están tan distantes, pues del mismo modo que el filólogo tiende a considerar el texto como un todo, así el historiador tenderá a considerar el texto junto con su contexto como un todo también: «Este es el punto decisivo. La comprensión histórica se muestra como una especie de filología a gran escala». Y todavía más: la comprensión de ese texto en concreto le va a permitir al historiador comprender mejor la historia global.

Llegamos así a una comprensión adecuada de lo que es interpretar un texto. Una comprensión adecuada es en realidad una aplicación a un aquí y a un ahora, y el que comprende se encuentra sumergido en una corriente que condiciona el sentido que va a comprender. Y del mismo modo, él influirá en la comprensión de las generaciones venideras. En definitiva, es la conciencia de la historia efectual según la cual, «la aplicación no quiere decir aplicación ulterior de una generalidad dada, comprendida primero en sí misma, a un caso concreto; ella es más bien la primera verdadera comprensión de la generalidad que cada texto dado viene a ser para nosotros. La comprensión es una forma de efecto, y se sabe a sí misma como efectual». Damos así entrada a una de las categorías fundamentales de la hermenéutica gadameriana: la historia efectual.

2 comentarios:

  1. ..muy importante el estudio de la semiótica contextual

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    1. Pues sí. En ese sentido, la hermenéutica hace una labor espectacular, a mi modo de ver.
      ¡Buen verano, ladoctorak!

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