12 de septiembre de 2023

Tucídides o el comienzo de la historia como ciencia

Tal y como vimos, si en un primer momento se creía en la verdad de los relatos legendarios, aunque de otro modo que los relatos más actuales, con la evolución y el progreso de la propia sociedad griega comenzó a surgir la necesidad de la historia como ciencia, más allá de su relevancia social o axiológica. Y aquí entra en juego nuestro segundo protagonista, Tucídides, como contraposición a Heródoto.

También Tucídides hace mención a Minos en las primeras páginas de su historia. Nos dice: «Minos fue el primero entre los que conocemos por la tradición oral (…) que gobernó sobre la mayor parte de lo que ahora es el mar Helénico». Si nos damos cuenta, aquí Tucídides ya se sitúa en una perspectiva diversa a aquella en la que se situaba Heródoto, ya que su referencia a Minos ya no es de carácter legendario, sino susceptible de ser contrastada científicamente: el estado del dominio marítimo del mar Helénico es una cuestión de hecho. Tucídides se sitúa ya en una perspectiva similar a la nuestra, ya es más como nosotros, históricamente hablando. Ciertamente hace mención a Minos, que no deja de ser un personaje legendario, pero no lo hace en el sentido de que mentarlo deba ser tratado del mismo modo a como se trata una cuestión de hecho; sin embargo, si lo menta es para introducir una consideración sobre él muy diferente a la de Heródoto. Tucídides podrá decir algo sobre Minos o cualquier figura mítica, pero ya no en el mismo sentido con el que nos referimos a hechos ocurridos. Con Tucídides —podemos decir— se inaugura el tiempo histórico; o quizá mejor, la historia como ciencia.

En la literatura de carácter mítico, en realidad no importa cuándo ocurrieron los hechos, ni si ocurrieron tal y como se recuerdan, pues no es esa su finalidad. Su finalidad sería mantener vivos ciertos relatos por su relevancia social y cultural, aplicables a un momento presente. Su mayor o menor exactitud con lo que realmente ocurrió no es tan importante. Con el giro que establece Tucídides la cosa cambia: se inaugura el ‘tiempo histórico’, con el que empieza a adquirir carta de presencia el concepto de verdad histórica.

Surge el interrogante de si esos relatos legendarios podían ser verdaderos del mismo modo que lo eran (o no) los relatos referentes a hechos sobre el pasado inmediato. No es que los relatos legendarios no fueran verdaderos, sino que lo eran (o no) en un sentido distinto al histórico. La verdad de los relatos legendarios no se ponía en duda, a pesar de su difícil verdad histórica: los relatos legendarios eran verdaderos, pero ya no lo eran en el nuevo sentido a que el giro de Tucídides dio entrada: como dice Bernard Williams, «Tucídides impuso una nueva concepción del pasado al insistir en que las personas debían extender al pasado más remoto la práctica que ya tenían en relación con el pasado inmediato: la de tratar seriamente como verdadero o falso lo que se decía acerca del pasado».

Es lo que Williams denomina el paso de una concepción local a una concepción objetiva. Este tránsito es sugerente, pues cuando nos referimos al pasado desde la concepción local, siempre en el seno de esta dimensión histórica, lo entendemos como algo pasado, anterior, y ya está, independientemente de su consideración desde un presente; pero cuando nos referimos a ello desde la concepción objetiva, lo hacemos considerándolo como lo pasado, pero en relación con nuestro presente, que es distinto. Y ello conlleva una segunda consecuencia, ajena en principio a la concepción local, porque resbala sobre ella: que ese pasado que es pasado respecto a nuestro presente, fue el presente de una generación determinada, evidentemente anterior a la nuestra. Desde esta perspectiva, habrá que plantearse si es lícito o no hablar de ese pasado remoto de modo indeterminado (como acontece desde la concepción local, englobándolo todo en el saco de los tiempos legendarios) o si habrá que hacer el esfuerzo científico de determinar históricamente, y en la medida de nuestras posibilidades, aquellos sucesos. El mantenerlos en ese estado de indeterminación (legendaria) se ha erigido ahora en un problema (histórico), que hemos de tratar de resolver. «O bien no hubo un tiempo en que existieran [los hechos que se relatan sobre los tiempos legendarios], de modo que no existieron en absoluto y se trata de meros relatos, o bien era reales, tan determinados en su tiempo como cosas parecidas lo son en el nuestro y simplemente somos nosotros los que no sabemos suficiente sobre ellos».

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