16 de mayo de 2023

La definición de sistema según von Bertalanffy

Decía en el anterior post que, al tratar de comprender hoy en día a la materia, se nos imponía un carácter fundamental que no podíamos eludir: el estructural. Hoy en día no se puede comprender la materia si no es desde su dimensión estructural, al cual nos podíamos aproximar desde dos frentes: el sistémico (desde su aquí y ahora) y el procesual (desde su devenir a lo largo del tiempo). Vamos a comenzar realizando algunas consideraciones sobre el primero, sobre el sistémico.

Si nos fijamos, todo lo que existe en el ámbito material (afirmación que puede ser extendida a otros ámbitos, no sin ciertas precauciones) debe ser considerado estructuralmente, y ello tanto hacia arriba como hacia abajo. Es decir, cualquier cosa aparece formada según una estructura de partículas u otros elementos mediante fuerzas y energías, y a su vez aparece formando parte de una estructura mayor de la cual es una parte integrante. Toda estructura es estructurada y estructurante, está formada por estructuras más pequeñas y a la vez forma parte de estructuras mayores, lo que implica un orden sorprendente en la naturaleza, cuyo dinamismo no deja de sorprendernos y de desconcertarnos.

Sistémicamente consideradas, estas estructuras están constituidas tanto por nodos, como por las relaciones establecidas entre ellos, dando origen a una unidad sistémica clausurada cíclicamente, constructa. Estos nodos podemos denominarlos ―desde la filosofía― notas del sistema, que están dispuestas de tal modo que todas dependen de todas, todas poseen un lugar y funcionalidad propia que no está al servicio de sí misma, sino de la estructura de la que forman parte.

Esta interdependencia estructural no es ‘resultado de’ la estructura, sino ‘principio’ de la misma, y es a su luz como hay que leer lo que existe. Todo lo que existe es estructural, poseyendo cierto carácter individual, dotado de cierta entidad que lo distingue del resto, pero no del todo, en el sentido de que no está aislado absolutamente de todo (lo cual sería imposible), sino que su entidad es dada manteniendo cierta relación abierta con su entorno: no se confunde con lo demás, pero tampoco es algo otro de lo demás. Por eso dirá Zubiri que todo sistema es un relativo absoluto: relativo, porque no puede existir al margen de lo demás, precisa relacionarse con ello; absoluto, porque no se confunde con lo demás, posee cierta entidad propia.

Ésta fue la idea base del biológico austríaco Ludwig von Bertalanffy (1901-1972) y su Teoría General de Sistemas, presentada de modo oficial en 1945, y publicada en una serie de artículos en 1968. Bertalanffy definió sistema como un ‘complejo de elementos interactuantes’, definición que servía no sólo para la materia inerte, sino también para los entes vivos, e incluso para los procesos humanos superiores; no en balde, se dedicó durante bastante tiempo también a la psicología y a la psiquiatría, además de contar también con conocimientos de filosofía (de hecho, ésta fue su primera licenciatura).

Un protón es un sistema, un átomo es un sistema, una célula es un sistema, un organismo es un sistema, una persona es un sistema, un planeta es un sistema… así hasta llegar a ese gran sistema que es el cosmos y que lo englobaría todo. El hecho de que la materia posea este carácter sistémico le da una riqueza que hay que destacar, en el sentido de que lo que sean las cosas, lo que sea esta estructura, no depende sólo de los elementos que la compongan (no sólo el qué) sino también del hecho de que éstos se encuentran situados según una determinada manera y no según otra (el cómo). Y cuando se analiza o se investiga un sistema habría que intentar dar solución a ambas cuestiones: no sólo atender a las partes que lo componen, sino también al hecho de que esas partes se encuentren dispuestas según una cierta estructuración, según un determinado orden. Como ya decía Ortega, la realidad no sólo es algo, sino que es un algo ordenado; la realidad es contenido ordenado. Un orden que no depende únicamente del propio sistema, sino también de cómo éste esté situado en ese otro sistema más amplio al que pertenece; es característico de todo sistema natural su apertura al entorno, el cual influye en ellos, pero que a su vez también es influido por ellos. El ambiente es también modificado de alguna manera por la presencia de un sistema, variación que a la vez afecta al comportamiento del propio sistema. Algo parecido a lo que ocurre en un campo eléctrico, que se ve modificado por la presencia de un nuevo electrón, lo que a su vez revierte sobre el electrón recién llegado.

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