8 de marzo de 2022

La experiencia hermenéutica frente a la experiencia científica

Decíamos en el anterior post que el punto de encuentro entre lo real y la razón lo situaba Gadamer en la experiencia, categoría relevante para su análisis hermenéutico de la historia efectual. El análisis que realiza Gadamer de la experiencia es muy interesante. Lo que va a hacer a lo largo de estas páginas es ir desgranando distintas concepciones de la experiencia que, si bien no son falsas, sí que las estima insuficientes, entendiendo que no encierran toda la verdad, o que no acaban de agotar lo que para él significa la ‘experiencia hermenéutica’. La experiencia no es uniforme, monolítica, sino que encierra una riqueza multiforme, plural.

El profesor Conill explicaba que de algo de esto ya se hizo eco Heidegger, reivindicando la necesidad de ‘vencer la costumbre de pensar por una sola vía’, que somete todo bajo el dominio de la ‘univocidad’. La riqueza la aporta una predisposición a escuchar abriéndonos a lo inicialmente desconcertante, un campo libre en el que uno ha de dejarse decir por lo nuevo, por lo otro. Heidegger entendía que para ello es preciso situarse en un momento previo al propio ejercicio de la razón, y que posibilita precisamente su ejercicio desde distintas claves, ese momento de claridad en que pensar y ser son uno. «Esta unidad de ser y pensar sólo es posible a partir de un encuentro experiencial, de una ‘experiencia previa de la Aletheia como Lichtung’. Sólo desde este carácter experiencial del pensar pueden surgir todas las ulteriores determinaciones e interpretaciones». Estamos hablando de un momento pre-racional, pre-lógico, una experiencia originaria en virtud de la cual son posibles las diversas razones y las diversas lógicas.

Gadamer tratará de comprender hasta el fondo este nuevo horizonte que se abre tras la experiencia originaria; una experiencia originaria que no sólo es previa a cualquier ejercicio discursivo, sino que es gracias a ella que el pensar puede tener sentido, también el pensar lógico. Es la fuente de la que mana el sentido.

El concepto de experiencia ha sido tradicionalmente circunscrito a la experimentación científica, ámbito en el que alcanzaría su máxima rentabilidad. Sería oportuno preguntarse hasta qué punto es así, hasta qué punto este tipo de experiencia científica es suficiente para ámbitos ajenos al científico, como por ejemplo el de la vida; ¿es aplicable a la vida este tipo de experiencia, o es menesterosa de ser complementada o sustituida por otro tipo de experiencia más… ‘experiencial’? Cuando hablamos de la vida, ¿no es necesario ampliar el concepto de experiencia? A juicio de Gadamer, sí.

En su opinión, una experiencia científica no es sino una esquematización epistemológica, lo cual supone una reducción importante porque, por su propio carácter, el ejercicio científico lo que busca precisamente es «objetivar la experiencia hasta que quede libre de cualquier momento histórico», consiguiéndolo mediante su propia metodología. Lo que hace la experiencia científica es recortar todo lo accidental y casuístico, para quedarse con el esquema del fenómeno a estudiar, y que será lo que pueda expresarse matemáticamente. De la experiencia real, el científico suprime todo lo que sobra, que, en el fondo, es su contenido inicial, imposibilitando de raíz cualquier aproximación a su momento hermenéutico. Al científico no le interesa tanto ‘esta’ experiencia concreta, con su contenido y situación concreta, sino lo que ella me puede aportar en orden a la generalidad que está buscando.

Uno de los grandes errores de las ciencias del espíritu fue aproximarse a este enfoque propio de las ciencias naturales, intentando objetivarlas como si fueran algo que está ahí, como los fenómenos naturales, sin considerar la dimensión efectual. Entendida así, la experiencia como tal cercena de raíz su propia historia en cuanto ejecución, se la aísla, se la desconecta de lo vital porque en definitiva lo que hace todo esto no es sino desvirtuarla. La experiencia científica intenta minimizar todo lo que no sea objetivable, para lo cual debe suprimir todo aquello que le estorbe para tal fin.

De algo similar culpa Gadamer a Husserl, aunque en un sentido diverso porque, en su opinión, el padre de la fenomenología ilustra «la parcialidad inherente a la idealización de la experiencia que subyace a las ciencias». Aunque Husserl parte de una experiencia vital, según Gadamer no la acaba de considerar como tal, sino que lo que hace es proyectar esa idealidad científica a la experiencia perceptiva-eidética. Husserl se ciñe a la aprehensión fenomenológica de la esencia de las cosas, según la estructura noético-noemática de la percepción, la cual se consigue reduciéndola de todo aquello que la dificulta. Probablemente esta interpretación no sea compartida por muchos husserlianos, sobre todo porque parece que se están dando a conocer textos inéditos de Husserl en los que se pone de manifiesto su interés por lo fáctico, argumentando así la crítica que se le realiza a Heidegger de que en su filosofía hay más de Husserl de lo que parece. Pero bueno, esto es otra historia.

2 comentarios:

  1. No toda experiencia puede ser objeto de estudio científico.

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  2. Efectivamente, yo también lo veo así. Además, creo que lo que es verdaderamente importante para nuestras vidas, biográficamente entendidas, permanece totalmente ajeno al ámbito científico y al pensar lógico-matemático, independientemente de lo que las ciencias puedan aportarnos, que es mucho. Un saludo.

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