8 de enero de 2019

El proyecto heideggeriano de una fenomenología hermenéutica

Llegados a este punto podemos esbozar ya la solución heideggeriana, tal y como nos la explica Gadamer. Heidegger se sitúa en la inquietud de Husserl y Dilthey (y de Yorck, tal y como vimos en el anterior post) de llegar a un momento previo de la situación epistemológica, anclada en el mundo de la vida. Pero, según Gadamer, Heidegger se distancia del cuadro de coordenadas en que se sitúan los dos primeros (los cuales se vieron impelidos a tal consideración por el modo en que las vivencias estaban dadas en sí mismas) para acceder a la facticidad como base ontológica que no es susceptible ni de fundamentación ni de deducción: es algo dado originariamente, y no producto de una investigación fenomenológica o vital. Lo fáctico es algo primariamente dado, y debía ser la piedra de toque de todo análisis existencial. Lo que hay que preguntarse es si, a pesar de pretender una mayor radicalidad que la de sus dos antecesores, Heidegger logra dar solución a todos los problemas planteados por ellos, sobre todo por Husserl.

Heidegger no llega a esa conclusión como colofón de una tendencia que tuvo su origen en el giro moderno a la filosofía clásica y medieval; lo que hace es intentar, partiendo ‘desde cero’, un replanteamiento de lo que es el ejercicio y la actividad filosófica, volviendo a lo que entiende que es un filosofar originario (el presocrático). Como muy bien dice Heidegger, esta vuelta al filosofar antiguo ya era considerada en la época contemporánea como un paso adelante respecto al filosofar de la época. Lo que pasa es que ahora esta vuelta al ‘ser’ ya no se realiza según un espíritu presocrático tal cual, sino que se realiza contando con todo lo que la tradición filosófica ha aportado durante tantos siglos y, concretamente, las reflexiones recién comentadas de Husserl, Dilthey y Yorck, que Heidegger conocía perfectamente.

«Es por lo tanto claro que el proyecto heideggeriano de una ontología fundamental tenía que traer a primer plano el problema de la historia», nos dice Gadamer. Lo cual quiere decir que la misma idea de fundamentación experimenta un giro total, en el sentido de que la temporalidad o la historicidad ya no es algo que tiene que ver extrínsecamente ni con la conciencia ni con la vida (o no tiene que ver sólo con ellas), sino que es el significado profundo del ‘ser’ lo que debe ser pensado desde la perspectiva del tiempo, intrínsecamente: «la estructura de la temporalidad aparece así como la determinación ontológica de la subjetividad». La temporalidad aparece como la otra cara del ser mismo, el cual sólo se manifiesta en la facticidad de los entes que son. Como es sabido, Heidegger llevará al límite esta idea hasta la afirmación de que el ser mismo es tiempo. El asunto es cómo llegan los entes a ser.

Lo que tiene que analizarse aquí no es que haya un ente (el dasein) que se distingue de todo ente, y que se pregunte por el ser, sino el hecho mismo de que haya un ‘ahí’, un claro en la plenitud del ser que será en el que pueda darse un ‘ente’. Para Heidegger, la plenitud del ser no admitiría claros, y hay que ver por qué existen esos claros que posibilitan precisamente la aparición de los entes. Si hasta ahora la ontología se ha preocupado por el ser de los entes, él se preocupa por ‘el’ ser más allá de los entes, origen y fundamento del ser de los entes. Esto es lo que Heidegger denomina «el problema básico aún no dominado de la metafísica». Mediante este problema de la hermenéutica de la facticidad Heidegger va más allá del ‘espíritu’ idealista y de la ‘conciencia trascendental’ fenomenológica. Es esta radicalidad la que le permite situar el problema en unos términos a los que no llegaron ni Husserl ni Dilthey, y la que le permite hablar de la comprensión como modo originario del ‘estar ahí’.

Porque la comprensión no es un modo de situarse el individuo ante el conocimiento de las ciencias del espíritu (frente a la explicación propia de las ciencias de la naturaleza), ni es un ideal metódico: es el modo originario de ser del ‘estar ahí’. Un ser del ‘estar ahí’ que es ‘poder ser’, que es ‘posibilidad’; y que para realizarse vitalmente no puede sino comprender, estableciéndose la comprensión como carácter óntico original de la vida humana. Y ello ¿por qué? Pues porque el que comprende no sólo es capaz de saber el sentido de algo, sino que se proyecta a sí mismo en dicha comprensión a la vez que el esfuerzo preciso para ello le dota de una libertad espiritual que le sitúa en un nuevo estadio vital. En última instancia «toda comprensión es comprenderse». Y uno que se comprende, es capaz de proyectarse a sí mismo hacia posibilidades más auténticas de sí mismo.

Con esto no se quiere decir que para Heidegger todo recaiga en el lado del ‘estar ahí’, no es eso; de alguna manera, el ser humano se debe ajustar o adecuar a las cosas; lo que sí es cierto es que para él estas cosas no es algo dado ya definitivamente, sino que es algo que pertenece al mundo vital del dasein, al mundo vital de aquel cuyo modo de ser es el estar ahí. Si podemos relacionarnos con las cosas y mensurarnos con ellas es porque tenemos algo en común, una peculiaridad que es común a ambos; y esta comunicación no es tanto un darse ontológicamente como históricamente: «esto es, participan del modo de ser de la historicidad». Por su parte, esta analítica existencial no la dirige Heidegger hacia un ideal existencial histórico determinado, sino es más una constatación óntica del modo de ser del estar ahí. La preocupación, el proyecto de sí mismo… no son categorías morales sino ontológicas.

Vemos cómo en Heidegger se da una circularidad —que en definitiva es a dónde quería llegar Gadamer— entre ‘el’ ser y el ‘estar ahí’ el cual también forma parte del ser. Esta circularidad no acababa de estar bien fundamentada ni por Dilthey ni por Husserl y, a juicio de Gadamer, sí por Heidegger. Estructuralmente el estar ahí es proyecto arrojado; y el estar ahí es comprender en la medida en que es realización de su propio ser. Finalizo con unas líneas de Gadamer que sirven muy bien como colofón al pensamiento heideggeriano:

«La estructura general de la comprensión alcanza su concreción en la comprensión histórica en cuanto que en la comprensión misma son operantes las vinculaciones concretas de costumbre y tradición y las correspondientes posibilidades del propio futuro. El estar ahí que se proyecta hacia su poder ser es ya siempre ‘sido’. Este es el sentido del factum existencial del arrojamiento. El que todo comportarse libremente respecto a su ser carezca de la posibilidad de retroceder por detrás de la facticidad de este ser, tal es el quid de la hermenéutica de la facticidad, y de su oposición a la investigación trascendental de la constitución en la fenomenología de Husserl. El estar ahí encuentra como un presupuesto irrebasable todo lo que al mismo tiempo hace posible y limita su proyectar».

Será al hilo del pensamiento heideggeriano, pues, que Gadamer comenzará a fundamentar su idea de hermenéutica. Es lo que va a hacer a partir de ahora, en la segunda parte de este segundo apartado de Verdad y método.

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