11 de diciembre de 2018

La vida con filosofía

Hoy quería compartir un feliz evento que hemos organizado entre mi facultad y el colegio San Juan Bosco, en Valencia. Se trata de un ciclo de conferencias que vamos a impartir a medias entre el claustro del grado en Filosofía, y el del propio colegio. El ciclo se llama así, La vida con filosofía.

Yo no puedo negar que soy filósofo, pero si hay algo que me sorprende es que me digan que la filosofía no tiene nada que ver con la vida. Lo digo en el sentido de que un amigo me decía que cómo se nos ocurría organizar un ciclo de filosofía para chavales de un colegio. Pues, mira por dónde, la cosa no ha ido tan mal. Puede ser que, en tanto que es un saber que pretende ser riguroso, con frecuencia utilice un vocabulario complejo y específico. Pero, no es menos cierto, que esto es algo que acontece en cualquier disciplina. ¿O acaso pensamos que si asistiéramos a una conferencia sobre física cuántica íbamos a comprenderlo todo a la primera? Pero, contando con que eso es así, contando con que en cualquier disciplina, conforme se avanza en el conocimiento, es complicado para el de fuera comprenderlo, es preciso que se haga un esfuerzo por acercarse al auditorio, siempre que ello no incurra en menoscabo del mensaje a transmitir.

Hay quienes esto no lo entienden así, y piensan que el mensaje debe ser dicho con el lenguaje que corresponda y, si alguien no lo entiende, pues que se espabile. Yo me confieso orteguiano en este sentido, y pienso con el gran Ortega que ‘la claridad es la cortesía del filósofo’. Ello no debe llevarnos a pensar que debemos minimizar nuestras intenciones, que debamos renunciar a pensar determinados problemas; todo lo contrario: debemos aspirar a todo, y debemos aspirar a comunicar todo lo que entendemos que debe ser comunicado. Pero ya digo, haciéndonos entender.

Si digo esto es porque el ponente que ha inaugurado el ciclo, mi decano, ha realizado un esfuerzo considerable en este sentido, y además exitoso (a mi modo de ver). Tomando como apoyo la película “La vida de los otros”, ha estado reflexionando sobre lo que supone desempeñar un rol en una determinada estructura, básicamente en dos escenarios: el que es dominado por la presión y el temor (el de la película, ambientado en la Alemania del Este) y el que se establece en términos de responsabilidad, confianza y liderazgo.

No voy a desglosar aquí la conferencia, una conferencia que ha sido amenizada por la intervención de no pocos estudiantes. Tan sólo una idea que me ha surgido al hilo del debate. En un momento, el profesor Marco ha hecho hincapié en uno de los ‘chivatos’ con que un interrogador de la policía alemana sabía si el interrogado estaba diciendo la verdad o no, a saber: que siempre repetía una misma idea con las mismas palabras lo que, a su entender, implicaba que el interrogado mentía porque repetía inexorablemente siempre la misma frase. Si estuviera diciendo la verdad, no se ceñiría siempre a la misma frase sino que expresaría esa verdad utilizando diversas expresiones. El hecho de que empleara siempre las mismas palabras implicaba que era algo aprendido, no vivido.

En el debate se han dado distintas interpretaciones a esta situación. Lo que a mí me ha sugerido es lo siguiente. Ese personaje, en la película, se caracterizaba por llevar una vida rutinaria, mecánica, repitiendo un día tras otro las mismas acciones, a las mismas horas, en la más completa soledad afectiva. Llevaba una vida totalmente plana. Y me preguntaba si él, con su vida, no estaba mostrando lo mismo que según él mostraba el interrogado mentiroso: si éste repetía sin cesar la misma frase porque su mensaje era falso, ¿qué estaba haciendo él con su vida?, ¿no era una forma de vida un tanto falsa? Independientemente de que nuestras vidas sean más o menos rutinarias (de alguna manera lo son en muchos aspectos), parece que vivir la vida suponga algo más, un salir de un comportamiento solipsista para relacionarse creativamente con los demás y con la vida. De hecho, es lo que él admiraba de uno de los otros personajes de la película al que él espiaba.

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