30 de octubre de 2018

El puente definitivo a lo vital por parte de Yorck

Para dar solución al problema husserliano de la intersubjetividad (vital) que comentamos en un anterior post, Gadamer acude a una figura bastante desconocida (por lo menos para mí), como es el conde de Yorck, quien parece que aporta aquello que se echaba de menos en Husserl y en Dilthey, a saber: ese puente definitivo entre lo ideal especulativo y el mundo vital. Si —a juicio de Gadamer— Dilthey lo enfocaba desde un carácter instrumental (idea que es más que matizable) y Husserl desde un carácter principalmente especulativo (a pesar de sus esfuerzos tardíos por hacerlo aterrizar al mundo de la vida), el conde de Yorck conseguirá finalmente dar ese salto definitivo a lo vital.

Hans Ludwig David Paul Yorck von Wartenburg y Wilhelm Dilthey eran conocidos, tanto como para mantener una intensa correspondencia entre ellos, en la que consideraban entre otras cosas la cuestión que nos ocupa: la introducción del pensamiento hermenéutico en la historia y en las biografías (la vida). Casualmente —aunque no tiene que ver con este post— un nieto suyo participó en la operación Valkiria para derrocar a Adolf Hiter, siendo desgraciadamente ahorcado en prisión al fracasar en su empeño.

Pero bueno, a lo que iba. ¿Cuál es la novedad de Yorck? Su novedad estriba en realizar un análisis de la vida en el que incluye las novedosas aportaciones de las ciencias naturales de la época (léase Darwin). Si las reflexiones husserlianas sobre la vida, a pesar de todos sus esfuerzos (como en Dilthey), no dejaban de ser eso, reflexiones, sobre la propia vida, Yorck incluyó dimensiones que se escapaban del ámbito reflexivo, como son las concernientes a la dimensión física del ser humano. A mi modo de ver, Dilthey se encontraba cercano a este enfoque, pero sí que es cierto que su aproximación a lo que sea la vida no era tan cercana a lo biológico u orgánico del ser humano.
El planteamiento que hace Yorck de la vida es un planteamiento cercano al de la antropología biológica. De este modo, vida sería autoafirmación, es decir, afirmación de uno mismo como unidad en la pluralidad de seres; de modo que, en el seno de esta autoafirmación (biológica, fisiológica), aparecería también una conciencia reflexiva que iría ejerciéndose entre el ejercicio de las estructuras constitutivas del sujeto.

En este sentido, la reflexión (o el ejercicio especulativo) se distancia de las actividades estrictamente vitales del individuo (más encaminadas a su supervivencia biológica); y al decir de Yorck, era menester que la filosofía recuperara ese espacio abierto entre lo especulativo y lo biológico de la vida, espacio que a la altura de la época había crecido exageradamente; es decir, la especulación sobre la antropología se había distanciado en demasía respecto a la ‘realidad’ física del hombre. Desde esta consideración, la reflexión filosófica podría hacerse cargo del mundo vital desde otra perspectiva, que también influye y mucho en la conciencia intencional, además de ser su condición de posibilidad: ¿qué conciencia podría haber sin unas estructuras fisiológicas o constitutivas que soporten a un organismo capaz de poseer dicha conciencia? Aunque parezca una verdad de Perogrullo, la conciencia no es algo que se sustente a sí misma; y no todos habían caído en ello.

Tal y como Hegel ya apuntaba en su Fenomenología, «la vida se determina por el hecho de que lo vivo se distingue a sí mismo del mundo en el que vive y al que permanece unido, y se mantiene en ésta su autodistinción». Y en este vivir, precisa nutrirse de lo que no es él, de lo que le es extraño pero que pertenece a su mundo; y en tanto que eso extraño es lo que garantiza su supervivencia, lo asimila, lo hace propio. Análogamente, algo similar hace la conciencia: convierte todo en objeto de su saber, y a la vez se sabe a sí misma en todo lo que sabe.

Esto no es más que eso, una analogía, pues como muy bien vio ya Hegel, no podemos objetivar a lo vital, en el sentido de que no podemos desde fuera aprehender lo que es la vitalidad en toda su intimidad y profundidad. ¿Cómo hacerlo entonces? Haciéndose cargo de ella, haciéndonos cargo de nuestra propia intimidad, de nuestra propia vitalidad, la cual se mueve siempre entre deseos y satisfacciones de dichos deseos (¿no resuena aquí Schopenhauer?). Esta conciencia vital así considerada, se erige así en lo radical; más radical que la conciencia epistemológica inserta en el horizonte del mundo vital de Husserl. Enlazando con Hegel, Yorck es capaz de incorporar elementos metafísicos (intramundanos) a los meramente epistemológicos de Husserl y Dilthey.

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