7 de diciembre de 2016

La retórica de la metafísica o la metafísica de la retórica (y ii)

Desde el uso lógico-conceptual del lenguaje, siempre existirá el problema de la expresión de lo indecible, de ‘lo que no se puede decir’: todo aquello que se incluye bajo el paraguas de lo vital y de la intuición se encuentra indefectiblemente más allá de la posibilidad de ser expresado y de la capacidad de descripción del lenguaje demostrativo, estableciéndose un abismo ¿insalvable? entre la mediación expresiva de estos ámbitos y los elementos del discurso especulativo. Pero a esta idea le podemos dar la vuelta: si estos ámbitos sólo pueden ser expresados mediante el lenguaje, quizá haya que utilizar el lenguaje más allá de su uso meramente discursivo-demostrativo para hacerlo, por ejemplo, según su uso retórico. De este modo, lo retórico no sólo no es mera sofistería sino que quizá se erija así en el modo lingüístico que nos permitiría expresar realidades difícilmente expresables según un uso lógico, científico, demostrativo o especulativo. En este sentido se puede afirmar que el discurso metafísico no es sino la expresión de aquel ámbito de la realidad allende precisamente de lo que puede ser dicho discursivamente, y que por tanto no lo agota en su totalidad. Porque el discurso lógico no puede situarse más allá de sus posibilidades.

Si nos fijamos, lo discursivo no es sino el momento conceptual-demostrativo de la metafísica, y como tal sólo representa aquello que puede ser representado desde esta aproximación conceptual-demostrativa. El esfuerzo argumentativo nunca podrá suprimir su contingencia lógica. Es por ello que el saber metafísico seguirá siendo, desde este punto de vista, mera suposición o conjetura. Pero cuando ‘se dice’ la metafísica (o cuanto menos cuando se intenta decir) lo dicho no pretende quedarse en lo discursivo-lingüístico sino que apunta precisamente hacia más allá de ello, ‘empuja’ al lector hacia más allá del lenguaje, precisamente hacia aquello que el lenguaje no puede decir, y para lo cual emplea diversas herramientas retóricas.

¿Cómo puede el lector ser susceptible de ‘ser empujado’? Lo que a mi modo de ver provoca este empuje es que el oyente se libere de las ‘ataduras’ lingüísticas para trascender el discurso hacia un mensaje que no puede encerrarse en la propia discursividad del texto. Esto parece una contradicción, pero de lo que se trata es de superar la discursividad del texto, su logicidad. Por definición, el texto metafísico pretende una auto-superación de las limitaciones conceptuales, para dar expresión a aquellas intuiciones de la razón que en tanto que se acercan a lo allende no es expresable mediante el lenguaje conceptual.

Es éste un problema que en definitiva toca de pleno al conflicto entre la razón especulativa (teórica, científica) y la razón histórica (vital, dinámica); o dicho de otro modo, entre la representación objetiva y la comunicación interpersonal. La vida no puede expresarse especulativamente, sino que para hacerlo el hablante debe ‘estirar’ el lenguaje para poder transmitir esas experiencias íntimas. Es por ello que podemos ver cierta afinidad entre el problema de la expresión vital y el problema de la expresión metafísica, pues se dirigen en la misma dirección.

Sin embargo, es patrimonio de la sofistería (con la que tantas veces se confunde a la auténtica retórica) renunciar a este reto, convirtiendo este carácter no logicista de la metafísica (y de la vida) en algo definitivo, imposible de superar, lo que lleva aparejada una visión miope del ser humano,… incapaz de ir más allá de una antropología débil que confina al ser humano a un mundo de consensos y acuerdos, en lugar de catapultarle hacia el discurso que verticalmente intenta acceder a los ámbitos antropológicamente comunes en los que se puede tocar el fundamento radical del diálogo.

Pero todo ello no debe hacernos perder de vista el peligro que acecha desde el otro lado, porque también es deber de la metafísica reflexionar sobre su propio carácter. Porque mientras no sea consciente de que, en su empeño de articular discursivamente sus argumentos, se enfrenta de plano con el problema de su indecibilidad, problema que tiene que intentar resolver en cada caso, caerá fácilmente en la sofistería y en el dogmatismo. Riesgo que viene causado por una pretensión al margen de las limitaciones intrínsecas a la razón humana (contingencia lógica, historicidad) situada en un mundo de la vida determinado temporal y geográficamente. Prueba de ello quizá sea el sistema hegeliano, cuyo carácter absoluto quizá sea la semilla de la pérdida de credibilidad. Y del mismo modo, quien pretenda encapsular a la metafísica por la vía de la certeza experimental, malentiende de raíz su espíritu retórico, y emprende una tarea sin sentido.

De este modo, entre lo metafísico y lo retórico hay un elemento de acuerdo en el sentido de que quizá lo retórico sea el único modo de decir lo metafísico. Porque lo metafísico no pertenece estrictamente ni al mundo sensible ni al mundo inteligible, sino al mundo de una aprehensión intuitiva que se escapa a aquéllos, y que enmarcada en el cuadro de coordenadas de lo histórico y de lo contingente, encuentra en el decir retórico un elemento de unión entre lo que se puede decir y lo que no, ya que en él el discurso se sobrevuela a sí mismo en búsqueda precisamente de lo que lo trasciende.

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