10 de mayo de 2016

Más allá de la razón lógico-científica

En un post reciente hablaba de la existencia de otros usos de la razón diversos al uso que quizá sea el imperante en el ámbito del conocimiento, a saber: el uso lógico-científico. No hace falta decir la importancia y la relevancia de una razón científica; pero por otro lado entiendo que también es fácil afirmar cómo un acceso puramente científico a la realidad no acaba de colmar todos los ámbitos en los que nos movemos en ella. Ni incluso los más cotidianos: en nuestro propio día a día, no dejamos de apoyarnos en otros elementos que permanecen ajenos a una razón científica: confianzas o desconfianzas, valores, creencias, prejuicios, trastornos, interpretaciones, fantasías, experiencias personales, narraciones, significados… en definitiva hechos que podríamos englobar en los ámbitos de lo histórico, de lo artístico o de lo vital; y que no tengan un tratamiento objetivamente científico, no quiere decir (a mi modo de ver) que no tengan también realidad, sino que quizá el modo de realidad que presentan es diverso al de las realidades empíricas, que es distinto.

La cuestión es cómo tratar con cierta rigurosidad todo ese ámbito de realidades que se escurren a la hora de tratarlos científicamente. Se podría hacer, por ejemplo, desde la experiencia artística: ¿qué es exactamente lo que nos transmite una obra de arte?, ¿únicamente el contenido material de lo que aparece manifestado, o algo más? Una aproximación muy afín también sería la vía hermenéutica, por ejemplo. Otra vía podría ser la de la misma contemplación de la realidad, la cual en su aprehensión parece que nos lanza más allá de ella misma, hacia algo así como niveles de realidad o estratos de la misma más amplios o más profundos. O también desde el análisis de la sensibilidad humana, en solución de continuidad con la sensibilidad animal, aspecto de nuestro 'ser' humanos que solemos mantener en un segundo plano; solemos atender a lo que nos especifica como humanos, sin haber considerado adecuadamente aquello que nos 'une' con el resto de seres vivos, como pueden ser nuestras estructuras fisiológicas que también son constitutivas nuestras: cierto que el ser humano tiene especificidades propias, pero también es cierto que comparte mucho de sí mismo con otros seres vivos.

De todas estas posibilidades que comento, quizá sea ésta última la vía más apropiada para comenzar, desde la cual las otras dos caerán por su propio peso. Partimos de la base de que la sensibilidad es nuestra puerta de acceso a lo real físico, y esto es algo que compartimos con el resto de seres vivos: la interacción con nuestro entorno se realiza mediatamente a través de nuestras facultades perceptivas; nuestros sentidos fisiológicos determinan nuestra capacidad de percepción. Pero según el modo de aprehensión humano, lo real no se ve reducido a su mera expresión sensible sino que nos remite a lo que está más allá de lo aprehendido sensiblemente, a lo meta-objetivo (en feliz expresión de López Quintás). ¿A qué se refiere exactamente este autor cuando habla de lo meta-objetivo? A mi modo de ver López Quintás —apoyado en el pensamiento zubiriano— trata de establecer una vía intermedia entre la afirmación de que la realidad se reduce a lo experimentable positivamente y entre la postura clásica que afirma ese ámbito de realidades metafísicas, mayormente identificadas por nuestro esfuerzo racional que por su raigambre con la realidad física. Si la crítica moderna puso en evidencia esto segundo, quizá en su postura dominante (no en todas) se polarizó demasiado hacia lo positivo. Por este motivo Zubiri hablará más que de metafísica de lo trans-físico, en el sentido de que este ámbito va más allá de lo primeramente observado pero de alguna manera manteniéndonos en lo físico.

Y aquí está la complicación, porque yendo más allá de lo primeramente observado entramos en unos ámbitos difícilmente perceptibles a través de nuestros sentidos (según su uso cotidiano), pero son ámbitos de los que de alguna manera difícilmente podríamos tener noticia sin ellos (sin los sentidos).

La cuestión estriba ahora en saber si la sensibilidad puede ser ejercida de un modo diverso que nos capacite para ir más allá de lo aprehendido en primera instancia, manifestándonos la realidad de modo meta-objetivo o de modo trans-físico. Tradicionalmente se ha entendido que a este ámbito trans-físico sólo se podía acceder como consecuencia de un esfuerzo racional meramente intelectivo; pero lo que habría que ver —a mi juicio— es si la realidad trans-física puede ser aprehensible por otras vías que no sean intelectivas, o cuanto menos que no sean únicamente intelectivas sino que aquello que se quiere aprehender posea de alguna manera algún correlato sensible.

Esto a su vez pasa por entender que la capacidad aprehensora del ser humano va más allá de un enfoque meramente gnoseológico, dotándole de una amplitud y profundidad que nos permita precisamente acercarnos al problema no desde la mera sensibilidad fisiológica, sino desde ámbitos de encuentro con la realidad que trascienden dicho orden de percepción, aunque tampoco desligados de la sensibilidad, sólo que dicha ligazón no deba reducirse a lo que tradicionalmente entendemos por sensibilidad perceptiva ni incluso ámbito emocional o sentimental, sino que deba ser articulada desde unas categorías diversas que engloben a éstas mencionadas.

El conflicto habido en la historia del conocimiento ha sido propiciado cuando se ha considerado o lo uno o lo otro. Es decir, cuando pensamos que se puede ejercer la razón sin considerar todas aquellas dimensiones que sin ser racionales (científico-lógicas) no dejan de ser estrictamente humanas, y que son precisamente las que debidamente consideradas nos permiten un acceso a la realidad desde esos usos alternativos a la razón. O en el otro extremo del péndulo, cuando se ha pensado que no es real más que lo que se sujete a la experiencia sensible por parte del sujeto.

Ambas polos suponen una reducción del problema. Y lo que es más importante, ambos permanecen en una línea de discusión que se sitúa ajena al núcleo de la cuestión; tanto el uno como el otro pretenden un ejercicio cognitivo desligado de la sensibilidad, incluso en el caso del positivismo para el cual la experiencia no es sino un medio para alcanzar el conocimiento, pero no la considera en este sentido que comentamos. No es que toda cognición deba ir de la mano de lo sensible (eso sería absurdo) sino que toda cognición presenta un origen sensible el cual debe ser considerado debidamente. Creo que aquí cabe situar la gran aportación zubiriana al problema del conocimiento con su inteligencia sentiente.

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