8 de julio de 2015

Sobre el sentido

Decía que había que tratar de elaborar y argumentar otros modos de acceso a lo real. Pero si nos damos cuenta, de lo que se trata no es de proponer —digamos— distintas ‘variantes’, sino que el problema es algo más profundo. Más que buscar ‘alternativas’ a la fenomenología, lo que habría que hacer es algo así como cambiar de nivel, para poder ir más allá de lo meramente intelectivo. El no haber realizado este salto ha sido un problema común a otras líneas filosóficas, las cuales de una u otra manera se han mantenido en el mismo cuadro de coordenadas: han utilizado herramientas intelectivas para superar un marco de por sí intelectivo, cuando para poder llevar a cabo tal empresa lo que quizá se precise sean herramientas de carácter distinto.

Felizmente, en este esfuerzo de marcado carácter discursivo o intelectual se han realizado hallazgos y avances imprescindibles hoy en día. Estoy pensando —por ejemplo— en la filosofía analítica y su análisis del lenguaje tanto en sí mismo como por su capacidad de ‘decir’ la realidad (recogiendo algunas ideas ya aportadas por Nietzsche —el primer Nietzsche— en torno a la significación del hecho lingüístico). O también en el trabajo de Ortega o Heideggerclaros continuadores del análisis fenomenológico— intentando recoger esos otros aspectos de la realidad (vitales, existenciales), y quienes intentaron exprimir al máximo sus posibilidades realizando incursiones al ámbito estético verdaderamente interesantes, pero incursiones a mi modo de ver con todavía un claro peso intelectual, no tanto estético. Y en fin, también se podrían citar otras muchas líneas de pensamiento en este sentido, pero no es ahora el momento de comentarlas.

¿Hay alguna alternativa? Sí que la hay. Se trata de una línea más metafísica elaborada ya desde finales del siglo XIX, con autores tan relevantes como Bergson, Hartmann, Zubiri,… los cuales buscan modos de encuentro de realidad más allá de los meramente intelectivos. Son capaces de aprovecharse de las bondades de la inteligencia sin ‘caer en sus redes’, buscando referencias sólidas desde otras facultades humanas. Gracias a ello y de la mano de la ciencia contemporánea, se esfuerzan en repensar ideas clásicas metafísicas para adaptarla a los nuevos tiempos del conocimiento (tanto científico como filosófico), buscando trascender la realidad no elevándose a planos abstractivos de dudosa raigambre real, sino zambulléndose en la profundidad radical de la realidad, buscando en ella lo que otros buscaban en otros lugares. De ahí el calificativo de metafísica intramundana.

Antes de pasar a comentarla, quería destacar una corriente de especial importancia que deriva de la fenomenología y que tiene mucho que ver con esta serie de posts que estamos viendo: me refiero a la hermenéutica, disciplina que está íntimamente relacionada con el ‘sentido’, con los ‘significados’. Hablando de la fenomenología destacaba la relevancia de la relación noético-noemática, pues en ella se fundamenta tanto el ser de las cosas como el ser de la conciencia. Las cosas poseen un ‘ser’ en la medida en que son aprehendidas por una conciencia noética. No hay que pensar en el noema como un determinado contenido que va a aprehender la conciencia, sino como el término intencional de mi conciencia; el noema es lo que permite que la conciencia fenomenológica pueda ejercerse como tal, en tanto que ‘parte’ del objeto que puede ser aprehendido por ésta. El noema es la condición de posibilidad de que el acto noético pueda ser ejecutado, y consecuentemente es la condición de posibilidad de la propia conciencia fenomenológica. Si insisto en ello es porque aquí se fundamenta lo que para Husserl es el ‘ser’ de las cosas, el ‘sentido’ de su esencia. Este sentido, que no depende de la conciencia, no se puede dar sin ella; así, las cosas ‘son’ en tanto que ‘son sentido’ para una conciencia.

Mientras Husserl se quedó en un ámbito meramente intencional (aparentemente), Ortega y Heidegger intentaron descender a la realidad cotidiana, a lo vital, a lo fáctico. Y en este ámbito había que contar con un elemento que Husserl no consideró (aunque se dice que en sus trabajos inéditos, sí): me refiero al tema del tiempo, y por ende al de la historicidad. Todo ello desembocó en la segunda mitad del siglo XX en la conocida hermenéutica.

Las posibilidades de la reflexión hermenéutica son múltiples. Gracias a ella se hizo un verdadero esfuerzo por alcanzar un nivel de comprensión adecuado de las cosas, de los hechos. Podríamos decir que la hermenéutica es el ‘arte de la interpretación’, pero creo que se queda corto pues es mucho más. No se trata de interpretar, sino de llevar la comprensión de las cosas a estadios nuevos y desconocidos; se trataría de una forma nueva de habitar el mundo, mediante la cual el ser humano pudiera realizar con cierta facilidad ese acto tan difícil como es des-centrarse para poder focalizar nuestra atención en ‘el otro’ o en ‘lo otro’.

Es preciso ejercer sobre nosotros cierta violencia para realizar este descentramiento, para situarnos en disposición de comprender otras épocas, otras civilizaciones, otras personas, otros hechos,… aunque incluso estén cercanos a nosotros. Tenemos facilidad para mirar cualquier cosa o acontecimiento con ‘nuestra’ mirada, contemporánea, occidental,… y esto es un error pues no hacemos sino proyectar una forma de vida y una forma mental que no se corresponderá nunca con la realidad de los hechos.

Cuando pensamos en esto, tenemos la tendencia a creer que eso es algo que a nosotros no nos pasa, que eso lo tenemos ya superado; pero a la postre es algo que no podemos suprimir. Necesariamente, en nuestra comprensión de las cosas, ponemos de nuestra parte; y ponemos mucho más de lo que pensamos. El tema no es no poner de nuestra parte, sino siendo conscientes de ello, poner lo menos posible para poder estar pendiente de lo alter, de la alteridad, y no de mi egocentrismo.

Y no sólo es que inevitablemente pongamos algo de nuestra parte en nuestra comprensión de las cosas, sino que es una tarea fundamental en el ser humano. Para poder desenvolvernos en nuestra vida, necesitamos dotarla de sentido, necesitamos comprender. Esto se pone de manifiesto invariablemente en las primeras etapas de nuestras vidas, siendo niños. Necesitamos dar sentido, dotar de significado a lo que nos pasa, para poder aspirar a una vida sana y equilibrada. Y aunque los acontecimientos no nos acompañen, todavía con más motivo. También se pone de manifiesto en cualquier momento de la vida: necesitamos realizar proyectos, necesitamos comprender nuestra historia, ser capaces de narrar nuestra biografía alcanzando un nivel de comprensión que nos permita sencillamente vivir. ¿Qué si no es la ‘salvación’ orteguiana? ¿Qué si no significa que he de salvar mis circunstancias para salvarme yo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario