23 de julio de 2024

La actividad creadora

El proceso creativo, apoyado en la actividad de la imaginación, es sumamente complejo. Toda acción imaginativa posee una larga historia tras de sí: «lo que llamamos creación no suele ser más que un catastrófico parto consecuencia de una larga gestación», dice Vigotsky, y ello tanto en adultos como en niños. El punto de partida es el almacén acumulado por cada uno en su biografía, a causa de lo aprendido durante todas nuestras experiencias, material que emplearemos para dar pábulo a nuestra fantasía. A partir de ahí comienza un proceso más complejo, en el cual se distinguen la disociación y la asociación. Mediante la disociación separamos en unidades más simples las impresiones recibidas, y mediante la asociación las agrupamos según ordenamientos diversos al natural, que es tal y como fueron percibidas. Ciertamente, estos dos procesos están a la base del desarrollo mental del ser humano, que sirve para el pensamiento abstracto y la comprensión figurada.

Los recuerdos adquiridos no permanecen en nuestro cerebro como fotografías en un archivo, sino que constituyen procesos en virtud de los cuales la objetividad de lo percibido deja de ser tal, cuanto menos en términos absolutos: se almacenan constelaciones neurales dinámicas que transforman lo percibido en otras unidades. Así, las impresiones originales son olvidadas o magnificadas, modificadas según el sentimiento interno y la biografía de cada individuo, y guardadas de modo misterioso en nuestro cerebro. Sobre este material modificado por la disociación es sobre el que trabajan los procesos imaginativos de la asociación, ya sea según un registro científico u otro artístico, y tanto a nivel de un caso concreto como, en un nivel superior, enmarcándolas en una trama más amplia de sentido en la que se incardina.

Y esto, ¿por qué? La principal motivación de la actividad creadora es la adaptación al entorno ambiental que rodea al hombre, cuando se encuentra con una situación que de alguna manera le genera un conflicto: «el ser que se encuentre plenamente adaptado al mundo que le rodea, nada podría desear, no experimentaría ningunos afanes y, ciertamente nada podría crear. Por eso en la base de toda acción creadora reside siempre la inadaptación, fuente de necesidades, anhelos y deseos».

Cualquier necesidad puede convertirse en el impulso a una creación, algo que ocurre incluso en el mundo animal: nadie le dice a un depredador qué camino tomar exactamente para conseguir una presa. Pero las necesidades y los deseos nada pueden crear por sí solos, ya que son meros resortes que impelen a la acción. ¿Qué más se precisa para la creación? Pues la representación de imágenes nuevas no existentes. Estas imágenes nuevas, objetivos a alcanzar por la actividad creadora, surgen a causa de la necesidad de satisfacer una inquietud o deseo, toda aspiración provocada por un desencuentro o desequilibrio de nuestra relación con el entorno, sea del carácter que sea. Las imágenes que se nos presenten dependerán en gran medida de la experiencia pasada, así como de las expectativas a alcanzar y de los intereses que las acompañan.

Pero también de un elemento más que suele pasar desapercibido: las posibilidades que nos brinda el ambiente en sentido amplio, porque aun cuando pensemos que la imaginación es una facultad exclusivamente personal y que no depende nada más que de las posibilidades de nuestra fantasía, independiente de las condiciones externas, en el fondo no es así. Toda creación es hija de su tiempo y de su contexto; «partirá de los niveles alcanzados con anterioridad y se apoyará en las posibilidades que existen también fuera de él». Por eso la ciencia es histórica, así como el propio devenir del arte, o de las diferentes culturas y de las sociedades: toda nueva creación, sea del orden que sea, está apoyada en las precedentes. Dice Vigotsky una frase que no tiene desperdicio: «Ningún descubrimiento ni invención científica, aparece antes de que se creen las condiciones materiales y psicológicas necesarias para su surgimiento». ¿Podría haber pensado Arquímedes en un satélite? Sin embargo, Pitágoras ya hablaba de una música celestial, realidades ambas (la música y los astros) que ya le eran familiares, aunque él las unió de modo muy particular.

Si esto es así, ninguna creación es estrictamente individual, sino que en todas hay un momento social sin el cual no se podría haber dado; todo ello sin quitar ningún mérito al creador, pues también es cierto que el contexto es el mismo para muchas personas, y sólo unos pocos logran dar con la idea genial.

2 comentarios:

  1. Muy interesante. En una línea parecida se encuentra un libro que me tiene totalmente absorbido ahora: On the Origin of Stories: Evolution, Cognition, and Fiction, de Brian Boyd. Hace un enfoque evolucionista del arte de contar historias, que es una forma de arte, que sería una adaptación biológica específicamente humana, derivada a su vez del juego, que es una adaptación muy extendida entre los animales de conductas más flexibles. El arte sería un tipo de juego cognitivo que tendría ventajas tangibles en términos de supervivencia y de reproducción para los seres humanos, debido a nuestra hipersocialidad. Un libro fascinante. Saludos.

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    1. No conocía ese libro, gracias por la referencia. Esa idea de que la creación humana entronca con nuestro pasado biológico es muy interesante; así como el enlace de lo creativo con lo lúdico. Un saludo afectuoso.

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