23 de enero de 2024

La fantasía realista

Decíamos que en la conducta humana había dos dimensiones o actitudes básicas, ninguna de las cuales se da en toda su pureza, estando ambas presentes en mayor o menor medida en toda situación: se trataba de la actitud reproductiva y la actitud creativa, tal y como nos explicaba Vigotsky. Más fácil de comprender es la actitud reproductiva, que tiene que ver con aprendizajes adquiridos por nuestras experiencias, los cuales empleamos cuando la situación así lo solicita. Más compleja es, sin duda, la actividad creadora. Parece razonable preguntarse cómo se da de facto.

Esta capacidad no es algo que surja de repente, como las inspiraciones de las musas, sino que es algo que va naciendo paulatinamente, progresando desde unos primeros esbozos sencillos e ingenuos, hasta las formas más complicadas que nos podamos imaginar. Y cada fase es importante, y cada una posee su modo específico de expresarse y de materializarse. No es algo que surja como un resplandor en la personalidad de un individuo, sino que se va fraguando en el seno de todas las actividades que realice, en el contexto de su conducta, de su personalidad y de su entorno, así como de sus experiencias acumuladas biográficamente. La actividad creadora es tan connatural a nosotros como la reproductiva, y ha de ser cuidada adecuadamente. De ello dependerá que la fantasía quede vinculada de alguna manera a la realidad de las cosas, o bien se extralimite en su función construyendo ‘castillos en el aire’. Más allá de los juegos y del arte, la imaginación juega un papel fundamental en la relación del individuo con su entorno, por lo que no es baladí ahondar en la relación existente entre ambos. ¿Cómo están vinculadas imaginación y realidad en la actividad creadora? En opinión de Vigotsky, la vinculación se da según cuatro reglas básicas.

El primer dato es que toda actividad creadora se alimenta necesariamente de elementos extraídos de la experiencia pasada. Toda actividad de la fantasía no es más que nuevos modos de relacionar elementos ya conocidos, y que nuestra imaginación recombina o reelabora. En este sentido, se puede afirmar que cuanto más rica sea nuestra experiencia pasada, más posibilidades tendremos de ejercer nuestra creatividad. Esta acumulación de experiencias dura toda una vida, siendo importante poder ofrecerles a los niños cuantas más mejor, problema del que ellos son totalmente inconscientes. Será nuestra fortuna como educadores que ellos serán más o menos afortunados. Además de la acumulación de experiencias, es preciso su incubación, es decir, el poso de lo vivido y de lo realizado, tanto como por lo que la circunstancia nos ofrece como por el resultado de la propia conducta.

Hay un segundo modo de vincular la fantasía con la realidad, en el que ya no se realiza entre los elementos de nuestra elaboración fantástica y la realidad, sino entre productos preparados de la fantasía y algunos fenómenos complejos de la realidad. Por ejemplo, cuando nos hacemos una imagen de qué ocurrió en una situación histórica, a partir de los datos históricos que hayamos podido estudiar. Este modelo presupone el anterior; ya no es algo tan inmediato, ya no se trata de reproducir meramente algo que asimilamos de experiencias pasadas, sino que, partiendo de ellas, y disponiéndolas en gran número, reelaboramos escenarios complejos. Para imaginar un desierto quien nunca haya estado en él ni lo haya visto, lo puede hacer teniendo en mente una playa grande, un clima árido, un sol despiadado, etc., todo lo cual le aproximará a la imaginación del desierto mucho mejor que quien no haya tenido estas experiencias. Esta actividad creadora muy bien puede alejarnos de la realidad, o no; el que no lo haga dependerá en gran medida de la ayuda que nos preste la experiencia de los demás. La vinculación con la realidad (mi imagen realista del desierto) dependerá en gran medida del apoyo social que reciba, sin el cual seguramente deambularé por caminos que poco tendrán que ver con él. Esto es muy importante ya que será esta función imaginadora que me lanza más allá del estrecho marco de mis propias experiencias la que me permitirá ampliar mi horizonte, para lo cual es inestimable el papel y la ayuda de los demás. Gracias a la imaginación puedo tener experiencias de situaciones o contextos que no he vivido, como si lo hubiera hecho. Y esto es algo que acontece cotidianamente: cuando leemos noticas en los periódicos, cuando estudiamos cualquier materia, cuando una persona nos cuenta algo que le ha ocurrido…, en todos estos casos la fantasía ayuda a nuestra experiencia. La relación es aquí inversa respecto al primer modelo: «si en el primer caso la imaginación se apoya en la experiencia, en el segundo caso es la propia experiencia la que se apoya en la fantasía», dice Vigotsky.

El tercer marco lo sitúa Vigotsky en la vinculación emocional. Se puede dar de dos maneras complementarias. La primera viene por el hecho de que todo sentimiento se expresa según imágenes que concuerdan con él, congruentes con lo que el individuo está sintiendo en ese momento. Y no sólo eso, sino que, de acuerdo a cómo nos sintamos en un determinado momento ―ésta es la segunda manera―, así leemos e interpretamos el mundo: cuando estamos contentos nos relacionamos con las personas, leemos las situaciones de un modo muy diferente que cuando estamos tristes. Los sentimientos poseen esa doble cara: por un lado, se expresan según una manifestación externa, fisiológica, corporal, pero por el otro también se dejan traslucir en la selección e interpretación de imágenes, situaciones, etc. Por ejemplo, cuando estamos asustados, no sólo tenemos la piel de gallina, la respiración agitada y el pulso disparado, sino que estamos ya enderezados a interpretar amenazadora o peligrosamente las cosas que suceden a nuestro alrededor, y que pueden ser totalmente inofensivas (una rama que cruje, el mismo silencio, un pájaro que surca el cielo). Si lo pensamos, es tarea de la imaginación interpretar amenazadoramente que un pájaro esté cruzando el cielo; ¿qué otra cosa es una fobia? Si bien en el origen de un estado emocional tiene mucho que ver lo que acontezca a nuestro alrededor (siempre filtrado por nuestra interpretación y valoración a menudo no conscientes), ese mismo estado emocional va a condicionar la consiguiente interacción con el entorno. Estas experiencias también se almacenan en nuestra memoria. Ahora el vínculo activo de la imaginación no es la contigüidad o semejanza, como ocurría antes en la actividad creadora de carácter intelectual, sino el afecto: «las imágenes se combinan recíprocamente no porque hayan sido dadas juntas con anterioridad, ni porque percibamos entre ellas relaciones de semejanza, sino porque poseen un tono afectivo común».

Ello nos lleva a enlazar objetos o situaciones que, aunque en principio no tengan nada que ver ni se parezcan en nada, nos ofrecen un estado de ánimo similar: por ejemplo, la paz que genera ver el vaivén de las olas en el mar, la pasión que desata ver una tormenta en la montaña, o cuando decimos que el color azul es frío, etc. Seguramente esto no es algo real (¿se puede decir que el color azul es frío, y el rojo caliente?), pero los sentimientos que provoca una escena azul sí que son reales, y el espectador los está sintiendo realmente. Cuando un niño entra a su cuarto a oscuras y ve una sombra, se imagina un monstruo que no existe, pero el miedo que le ha surgido es muy real.


Por último, Vigotsky nos explica un cuarto modo de situar esta vinculación entre imaginación y realidad, mediante el cual, «el edificio erigido por la fantasía puede representar algo completamente nuevo, no existente en la experiencia del hombre ni semejante a ningún otro objeto real; pero al recibir forma nueva, al tomar nueva encarnación material, esta imagen cristalizada, convertida en objeto, empieza a existir realmente en el mundo y a influir sobre los demás objetos. Dichas imágenes cobran realidad». Un ejemplo de ello sería un artefacto, o una máquina. Una vez ‘realizadas’ estas creaciones, llevan consigo unas posibilidades activas, capaces de modificar la realidad. Creaciones que no necesariamente deben vincularse a la esfera de lo tecnológico, sino también a la de lo intelectual, lo práctico o lo emocional. Procesos de esta índole son los propios de la resolución de un problema teórico, el discernimiento de cómo resolver una situación, o también del arte, en cuya aprehensión se da una comunicación afectiva que es muy real. «Basta evocar el influjo que sobre la conciencia social causan las obras de arte para cerciorarse de que en ello la imaginación describe un círculo tan cerrado como cuando se materializa en un instrumento de trabajo». En opinión de Vigotsky, tanto el momento intelectual como el emocional son necesarios para la creación, subyaciendo a los cuales está el deseo para dar satisfacción a alguna inquietud, anhelo o deseo. En realidad, se trata de elementos inseparables.

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