19 de abril de 2022

Sistemas orgánicos: ni lineales ni caóticos

Como vimos hace ya bastante tiempo en un post anterior, el análisis de los sistemas orgánicos genera ciertos problemas difícilmente resolubles desde la metodología asociada a la materia inanimada. Con ello no se quiere decir que la materia inanimada, o los sistemas materiales, sean sencillos, ni mucho menos, sino que los sistemas orgánicos poseen unas peculiaridades difícilmente imputables a su dimensión material. Entre los sistemas inorgánicos los hay más o menos sencillos, y pueden responder a dinámicas diferentes: hay sistemas lineales o mecánicos y también los hay caóticos o complejos; pero, en cualquier caso, el comportamiento de estos parece que difiere esencialmente del de los orgánicos. Creo que es razonable afirmar que los sistemas orgánicos no pertenecen a ninguno de estos dos tipos. ¿Dónde? Quizá se puedan situar a caballo entre ambos.

La materia posee una estructura sistémica, entendiendo sistema como un conjunto de notas (en sentido amplio) formando estructuras cerradas; estructuras constituidas tanto por los nodos o notas estructurales del sistema como por las relaciones establecidas entre ellos, creando una unidad clausurada cíclicamente, constructa, aunque no absolutamente autónoma, sino guardando cierta relación con su entorno. Todo lo que existe, todo ente es sistémico, es un sistema; y, del mismo modo que las partes del sistema son también sistémicas (es decir, forman subsistemas más pequeños, pero sistemas, en definitiva), el sistema considerado en su unidad global forma parte a la vez de un sistema más amplio, al que pertenece.

En sistemas sencillos es fácil comprender su funcionamiento, sobre todo en intervalos cortos de tiempo, en los que pueden ser considerados estáticos (en el sentido de que no evolucionan en sí mismos). Responden a leyes de comportamiento sencillas de modo que, conociendo sus condiciones iniciales de contorno, podemos predecir su comportamiento. Estos sistemas suelen denominarse lineales o mecánicos. Si empujamos con una fuerza bien definida un péndulo de determinadas características, podemos saber cuál va a ser su movimiento. Los sistemas lineales pueden ser sencillos como el péndulo, o más complicados, como el funcionamiento de un ordenador. Todos ellos se caracterizan por el principio de superposición, es decir, por el hecho de que los efectos causados por distintas acciones se pueden obtener calculando la suma de los efectos de cada acción por separado. Principio que se aplica tanto al estudio de los propios sistemas como a su descripción formal, lo que facilita mucho su estudio.

Pero no todos los sistemas materiales responden a este comportamiento mecánico o lineal, ni mucho menos. Hay otros que, aunque también siguen los procesos de la materia inanimada (como los mecánicos), su comportamiento difiere radicalmente. En los sistemas mecánicos, el comportamiento del sistema se puede decir que es proporcional a su modificación inicial y, lo que es más importante, es predecible: se puede prever y calcular. Pero hay otros tipos de sistemas en los que esto no es así, sino que su comportamiento no es proporcional a sus cambios iniciales, del mismo modo que su resultado no es predecible. Es fácil que, cuando ello sea posible y no desvirtúe demasiado los resultados, se trate de reducirlos a sistemas de carácter lineal, por la simplificación que ello conlleva. De hecho, es algo que se emplea con mucha frecuencia; se puede decir que los sistemas lineales y su matemática asociada es el modo más empleado para describir la realidad, aun en situaciones en las que estrictamente no habría que emplearlas, pero que, al no proporcionar desviaciones de bulto, sus resultados pueden considerarse razonablemente adecuados.

Pero hay sistemas en que esto no es posible, y que se suelen conocer como sistemas complejos o caóticos. Pero no nos equivoquemos: que el resultado pueda ser impredecible no quiere decir que no esté sujeto a leyes, sino que, resultado de las leyes que rigen el comportamiento del sistema, no se puede predecir su resultado final. Basta con que una de las variables iniciales sufra un pequeño cambio, que el sistema sea afectado relevantemente, provocando grandes cambios en el mismo. Para que un sistema sea caótico no hace falta que intervengan muchas variables, pero sí es necesario que estén relacionadas entre sí, enlazadas de alguna manera, de modo que el resultado final no sea tan solo la suma de lo que le ocurre a cada variable por separado. Algo que sí sucede en los llamados sistemas lineales.

Los sistemas reales pocas veces responden a estructuras sencillas, con lo cual su comportamiento se complica mucho. Además de que, por otro lado, estos sistemas tampoco suelen ser estáticos, sino devinientes. Algo que no es particular de los sistemas complejos, porque también se da en los lineales, evidentemente, aunque en aquéllos este devenir adquiere un carácter más peliagudo.

¿A qué me refiero con ello? Pues a que los sistemas reales raramente son sistemas formados por los mismos nodos y relaciones que se mantienen en el tiempo; la consideración estática (en este sentido) de los sistemas no es sino una artimaña empleada para conocer su funcionamiento y naturaleza en un momento dado, pero no es real del todo, ya que es preciso considerarlos en su dinamismo interno, en el seno del cual pueden variar tanto los nodos existentes del sistema (variando ellos mismos, o apareciendo o desapareciendo algunos) como las relaciones establecidas entre ellos. Como digo, la realidad responde, por lo general, a procesos de carácter no lineal; y, aunque su expresión mediante las matemáticas lineales pueda funcionar bien, no pueden abarcarlo todo, generándose problemas; fenómenos que son particulares de los sistemas no lineales, y para los que la formalización lineal no es suficiente. Es el caso, por ejemplo, de la teoría general de la relatividad.

Pues bien, algunos autores han tratado de hilvanar todo esto con los sistemas orgánicos. Según parece, hoy en día se sabe que los corazones sanos palpitan a un ritmo imperceptiblemente caótico, lo que nos lleva a plantearnos hasta qué punto el caos es necesario para la vida. En las células de nuestro cuerpo (de nuestro corazón, también de nuestro cerebro, e incluso de nuestros genes) se han encontrado evidencias de comportamientos complejos, susceptibles de ser descritos matemáticamente. ¿Puede ser necesario el caos para el buen funcionamiento de nuestro organismo, de cualquier organismo?, se pregunta Bru. Pues bien, para tratar de reflexionar sobre dónde situar a los sistemas orgánicos, ni mecánicos ni caóticos, nos introduciremos un poco en estos.

2 comentarios:

  1. los Sistemas orgánicos están sometidos a cambios estructurales cíclicamente.

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    1. No acabo de ver esa afirmación, ladoctorak. ¿A qué te refieres exactamente?

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