15 de febrero de 2022

Pues no es tan fácil ser un fósil

La verdad es que no solemos hacernos eco de lo complicado que es que un animal se convierta en fósil. Como dice Bryson, son muy reducidas las posibilidades de que un animal acabe convertido en uno. Han de coincidir diversas circunstancias, como morir en el lugar adecuado en un terreno que lo posibilite (sólo un 15% de rocas pueden conservar fósiles), que la forma impresa se mantenga identificable con el paso de los miles y miles de años, y otra no menos importante: que alguien los encuentre y sepa identificarlos como tales. Hemos de ser conscientes de que la mayor parte de los seres que han vivido sobre la Tierra no han dejado el menor rastro sobre ella. O, dicho al revés: la información fósil que poseemos no es más que la de una mínima parte de todos los seres vivos que han poblado nuestro planeta. Además de que ese registro es altamente sesgado, ya que la mayoría de los animales terrestres no mueren en sedimentos apropiados, sino que suelen morir en la superficie y ser devorados y descompuestos sin dejar rastro. De hecho, la mayoría de los animales de los que tenemos registro fósil son marinos (en torno al 95%).

A todos nos suena el fósil quizá más famoso: el de los trilobites, unas criaturas extrañas que aparecieron totalmente formados hace unos 540 millones de años, en el seno de lo que se conoce como la gran explosión cámbrica. Reinaron a lo largo de 300 millones de años, el doble de lo que lo hicieron los dinosaurios. En el siglo XIX, época en la que los descubrimientos y estudios de los fósiles se comenzaron a sistematizar, los trilobites fueron casi las únicas formas de vida primitiva identificadas, y su repentina aparición fue un auténtico misterio. Eran seres que tenían extremidades, agallas, sistema nervioso, antenas sondeadoras y unos ojos muy extraños (que constituían el sistema visual más antiguo conocido). Y lo llamativo fue que aparecieron no puntualmente en un sitio para luego extenderse, sino simultáneamente en muchos lugares. El lugar que causó más furor fue descubierto accidentalmente (como suele ocurrir en estos casos) en 1909 por Walcott, en las Rocosas canadienses, un afloramiento denominado Burgess Shale. Walcott recogió una cantidad de fósiles espectacular (decenas de miles) y de muy diversas formas que, dada la poca preocupación de entonces por el tema, se limitó a almacenarlos y a archivarlos en un museo de Washington. Décadas más tarde, en 1973, un recién graduado llamado Morris visitó la colección maravillándose de todo lo que allí había. Junto con un equipo de trabajo, trataron de realizar una clasificación, encontrándose con criaturas muy extrañas: algunas con cinco ojos, otras con un hocico largo y una especie de garra en el extremo, otra circular como una rodaja de piña, etc. Con el tiempo se concluyó que no es que estos animales fueran tan extraños o diferentes, sino que su reconstrucción no se hizo bien en su día: hoy parece que estos especímenes de Burgess Shale no eran tan espectaculares, lo cual sigue dejando en pie el origen de su explosiva aparición.

Se postuló la posibilidad de que pudieran derivar de una especie descubierta más tarde, en 1946, que, aunque pasó inadvertido en la época, fue muy importante. Sprigg descubrió unos fósiles en Australia (en las montañas de Ediacaran) cuando estaba inspeccionando unas minas abandonadas, con la idea de volverlas a poner en funcionamiento. Se trataba de unas criaturas muy extrañas, motivo por el cual no fueron reconocidos como fósiles, sino como huellas aleatorias que había dejado la naturaleza por otros motivos. Hubo de ocurrir que se encontraran fósiles similares en Inglaterra para que se despertará el interés por ellos. Ciertamente, eran animales que no parecía que tuvieran ni boca ni ano, ni órganos internos. Parecía que su vida se limitara a permanecer sobre un fondo arenoso, alimentándose por su piel, no se sabe muy bien cómo. Incluso algunos piensan que no eran animales siquiera.

Aunque algunos postularon que estas criaturas de Ediacaran pudieran situarse a los orígenes de los trilobites, no hay ninguna teoría consolidada en este sentido. El origen de estos sigue siendo un misterio. También se valora que sus antecesores fueran criaturas de tales características que impidieran su fosilización, por lo que difícilmente podríamos dar hoy en día con ellas.

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