21 de diciembre de 2021

Las pequeñas cosas grandes

Pues sí, las cosas grandes de la vida suelen ser las más pequeñas, porque, aunque rutinarias y acostumbradas, a veces desgraciadamente insignificantes, se convierten en las más grandes cuando son vividas desde lo profundo y lo auténtico. Tal cual. No hace mucho celebré mi cumpleaños con mi familia. Fue un día… ¿normal? Pues creo que no. No por encontrarte repetidas veces con las mismas personas que quieres cabe calificar a dichos encuentros como normales, porque lo grande de esos encuentros no es que se repitan, sino que cada vez que se repiten, en el fondo, siempre son nuevos, diferentes. Lo importante no es la repetición de una celebración un año tras otro, sino la novedad que cada celebración supone. Cuando uno está verdaderamente presente, cada celebración siempre es nueva, original, aunque su motivo sea el mismo y se realice entre las mismas personas. Y, cuando es así, cada celebración se erige en una experiencia renovadora, transformadora. Ello las convierte a todas y cada una en algo especial.

Volviendo a casa con mis hijos les decía que habíamos vivido un día grande. Así lo sentía yo. Ellos me preguntaron por qué; no comprendían. Les traté de hacer ver una de las cosas más importantes de la vida —a mi modo de ver— como es la posibilidad de compartir sus ¿pequeños? momentos con los seres queridos desde esa complicidad que te permite confiar, bajar las armas, disfrutar.

Supongo que no todos compartirán esta experiencia. En mi caso me siento afortunado por poder compartir estos momentos con las personas de mi familia, y con mis amigos que, aunque no son estrictamente familia, es como si lo fueran, pues están ahí. ¿Qué más hace falta? Creo que es una maravilla contemplar la vida. Los años van pasando, y bueno, algunos ya no están (aunque de alguna manera siguen estando), pero otros van viniendo; la familia sigue estando ahí, se renueva. Es una realidad que se mantiene actual todos y cada uno de los días de nuestras vidas. Ocurren circunstancias, unas tristes y otras alegres, por debajo de las cuales la felicidad de saberte unido a los tuyos está ahí, sin hacer ruido, configurándote como persona.

Al final uno no aspira a ‘hacer cosas’, a ‘vivir experiencias’, sino, sencillamente, a estar con los suyos, queriéndolos y sabiéndote querido por ellos. Compartir experiencias, con los amigos, viendo cómo los hijos crecen, cómo los lazos se estrechan, cómo los caminos se cruzan. Como decía un amigo, la felicidad es alcanzada, sencillamente, cuando puedes dar abrazos de mínimo seis segundos. ¿Ya está? Ya está. Porque detrás de cada uno de estos abrazos hay muchos años, muchas historias compartidas, muchos sufrimientos y muchas alegrías… hay mucha vida. Vida de la de verdad, de la que se vive desde lo hondo del corazón. No es lo mismo abrazar que abrazar. A veces un abrazo es un abismo, porque en el fondo no lo es. Uno sabe cuándo le están abrazando y cuándo no, aun cuando los cuerpos se estrechen. A veces, una mirada es un abrazo. A veces un recuerdo es un abrazo. A veces una llamada es un abrazo.

Creo que la felicidad pasa por saber apreciar lo que uno tiene aquí y ahora, y no por añorar lo que ya no está o anhelar lo que está por venir. Todos tenemos recuerdos, sobre todo de personas queridas; todos tenemos proyectos, esperanzas que compartir. Y supongo que es bueno que todo eso esté; pero quizá no lo sea tanto cuando nos impide vivir la vida presente. A veces las relaciones se rompen, o es la vida la que nos rompe, porque golpea. La felicidad pasa, a mi modo de ver, por no dejar que esos golpes endurezcan nuestro corazón hasta el punto de no poder disfrutar de lo bueno que nos ofrece la vida ahora y aquí que, con frecuencia, también suele ser más de lo que pensamos. La felicidad no se recuerda, no se sueña: se vive. Ahora y aquí. Quisiéramos que nuestros seres queridos estuvieran con nosotros siempre, pero sabemos que esto no es así; nos gustaría que los buenos momentos duraran siempre, pero sabemos que esto no es así. Lo único que está en nuestras manos es integrar todo lo que nos ocurre, lo bueno y lo menos bueno, en una clave que nos permita asumirlo como parte de la vida, actualizándolo en el presente de modo que no nos impida disfrutarlo. Porque sí, forma parte de la vida. De nuestra vida.

Algo así pensaba cuando volvía a casa con mis hijos.

¡Feliz Navidad!



6 comentarios:

  1. "La felicidad es alcanzada, sencillamente, cuando puedes dar abrazos de mínimo seis segundos ...una mirada es un abrazo. A veces un recuerdo es un abrazo. A veces una llamada es un abrazo". A veces un mensaje es un abrazo. Feliz Navidad!!

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    1. ¡Feliz Navidad!, estimada Julissa. Espero que te vaya todo muy bien.
      Un abrazo.

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  3. Felices fiestas, Julissa (precioso nombre).Abraçada!

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