3 de octubre de 2017

La articulación filosófica de la vida según Dilthey (ii)

El problema planteado en el anterior post, cómo conjugar lo que es ‘la’ historia que acontece y la ‘propia’ experiencia personal, supone introducir en la reflexión una serie de categorías que ya no son epistemológicas al uso, sino que han de ser unas categorías ‘vitales’ que nos permitan apresar y fundamentar el conocimiento de esos objetos en continuo devenir como son la historia y la vida. Pues bien, la categoría que por excelencia acuña Dilthey al respecto es la de vivencia.

La conceptuación que realiza Dilthey sobre lo que es la vivencia es muy interesante. Con ella se cuestiona la diferencia que media entre una experiencia personal de algo que he vivido, de los procesos causales propios del acontecer natural. Es decir, los procesos según los cuales acontece una experiencia personal de los procesos según los cuales acontece un hecho natural y yo lo pueda percibir. En el caso de un hecho natural, aquello que ocurre es diferente de mi percepción del mismo, y soy consciente de ello, y puedo distinguir una cosa de otra. Pero en la vivencia no ocurre así; la vivencia es un acto único que no se puede dividir en esas dos partes, a saber: aquello que estoy vivenciando y el hecho de estar vivenciándolo. Según el pensamiento de Dilthey, estos dos momentos (el hecho de hacerse cargo y aquello de lo que me estoy haciendo cargo) no son desglosables sino que son dos momentos de un único acto, y que es la vivencia.

Claro, esta perspectiva se distancia de ese enfoque idealista en el sentido de que ya no hay un protagonista de la historia supra-individual, trascendental, sino que lo que existen son individuos históricos. No existe algo así como ‘la’ historia, o un espíritu ‘objetivo’ de la historia. Y es en ellos —en los individuos históricos— en los que se genera, o se produce, o se da un acontecer en devenir en una doble dimensión, que en el individuo se unifican: la dimensión histórica y la dimensión vital. Es la vida en tanto que realidad histórica. ¿Y qué es esta realidad histórica de la vida? ¿Qué es la vida en tanto que aquello que vive un individuo concreto e histórico? Pues la vida es (y esto no puede sino recordarnos a Heidegger, bastante más posterior) ese nexo de sentido y de significados de aquel individuo que los comprende, en una unidad que los engloba, unidad que no es otra cosa que la propia vida.

La vida es un nexo en el que se unen determinadas vivencias que han sido significativas para el individuo, y a la luz de las cuales él mismo se comprende; a la luz de esas vivencias, «como a partir de un centro organizador, es como se constituye la unidad de un decurso vital». El nexo vital no es sino la significatividad otorgada a las sucesivas vivencias del individuo (no hace falta decir que Dilthey conocía de primera mano la psicología descriptiva y analítica). En la vida (como también en la comprensión de un texto), el todo y las partes se hallan en mutua interdependencia: si bien no hay todo sin las partes, no se pueden comprender bien las partes si no es a la luz del todo, «cada parte expresa algo del todo». La vida no es una unión de momentos sucesivos atomísticamente inconexos sino íntimamente entrelazados; tanto como para poder establecer esa unidad superior que engloba todas las vivencias concretas.

Y es aquí donde quería llegar Dilthey: el nexo de sentido es el sustituto de la causalidad (física, mecánica, necesaria).

Ahora bien, lo que hasta ahora está mostrando Dilthey es lo que es la vida en tanto que histórica, pero no acaba de enlazar lo vital (individual) con lo histórico social (colectivo). Una cosa es la experiencia histórica individual que posea cada uno en base a sus vivencias y que conforman su propia vida, y otra cosa es cómo dar el salto de esa experiencia personal a la experiencia histórica que, por su propia índole, es supra-individual, social, general, y por propia definición no es patrimonio de ningún individuo. ¿Cómo hacerlo? Es algo parecido al problema de si existe algo así como ‘la’ sociedad, o si lo que existe no son sino un grupo de individuos que viven juntos; que esto segundo es así es indudable, pero por otro lado tenemos la percepción de que ‘la’ sociedad tiene como cierta consistencia, cierto cuerpo, aunque no sepamos muy bien cómo definirlo. Pues algo similar ocurre con esto, y será la solución que adopte Dilthey: será una especie de sujeto lógico (‘la’ historia) o de realidad psíquica que hay que considerarla precisamente porque uno no puede obviarla en sus consideraciones. La cuestión es cómo articular todo esto epistemológicamente. Y según la opinión de Gadamer, Dilthey nunca acabó de dar adecuadamente este salto.

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