10 de enero de 2017

Entre la cognición y la inteligencia

Lo comentado en el post de la semana pasada nos lleva a dos cuestiones muy interesantes. Recordemos que hablábamos de cómo se produce en el ser humano la hiperformalización, evolutivamente hablando; es decir, cómo el ‘puro sentir’ animal (proceso unitario compuesto de tres momentos: afección, modificación tónica y respuesta) se transforma en —tal y como propuse— ‘sentir inteligente’ (proceso unitario compuesto de tres momentos: ¿? sentiente, sentimiento afectante y voluntad tendente). ¿Por qué he puesto esos interrogantes en el primer momento? Pues porque, tal y como yo lo entiendo, si denominamos ‘sentir inteligente’ o ‘inteligencia sentiente’ a todo el proceso, no creo que sea adecuado denominar así, inteligencia sentiente, al primer momento del proceso. Si recordamos esto ya lo comentaba en este post, y lo que ahora propongo es como una mezcla de las opciones ‘a’ y ‘c’ que allí comentaba.

Y de aquí surgen las dos cuestiones que acabo de mencionar. La primera tiene que ver con cómo denominar a ese primer momento, pues creo que es preferible seguir denominando ‘sentir inteligente’ a todo el proceso, y habría que buscar, pues, otra denominación para él. ¿Cómo hacerlo? Entiendo que para ello habría que empezar acercándonos a la dimensión cognitiva del animal: cómo se generan sus procesos cognitivos, qué significan para él, por qué hace lo que hace, etc.; con la finalidad de, partiendo de ahí, ver cómo se transforma esa cognición animal en cognición humana, con la idea de distinguir en nosotros (si es posible) esa diferencia entre la cognición animal y la nuestra (permeada por la inteligencia). La verdad es que digo todo esto con la boca pequeña, pues no estoy para nada seguro de esto que estoy diciendo. Lanzo la idea esperando las críticas y las sugerencias. La segunda cuestión a la que hacía referencia tiene que ver con la génesis de la hiperformalización de nuestro sistema nervioso, fruto de la cual alcanzamos nuestra especificidad humana. Todo ello puede ser articulado alrededor de lo que Zubiri denomina aprehensión primordial de realidad, es decir, alrededor de ese momento en que cuando aprehendemos las cosas lo hacemos desde esa ruptura con el modo en que lo hace cualquier otro ser vivo, desde esa toma de distancia, desde esa capacidad de convertir lo meramente estimúlico o meramente sígnico en comunicación simbólica, abstractiva, reflexiva, etc.

Son dos cuestiones que se encuentran, a mi modo de ver, íntimamente relacionadas. En la aprehensión primordial de realidad (y hablo de memoria, recordando lo que ha escrito Zubiri) aprehendemos eso el ‘de suyo’ de las cosas; es decir, aprehendemos las cosas (en esto coincidimos con el resto de animales) pero las aprehendemos como ‘de suyo’ (en esto ya no coincidimos pues ellos la aprehenden como meros estímulos); o sea, aprehendemos las cosas desde la formalidad de realidad. Pudiéramos interpretar este momento cronológicamente, es decir, como el primer estadio de lo que es una intelección; pero ya Zubiri nos decía (esto lo recuerdo en boca de un gran estudioso de Zubiri) que estrictamente hablando no existe la aprehensión primordial como tal, en sí misma, sino que ella se da de modo simultáneo con cualquier intelección: yo intelijo algo, y lo intelijo como realidad. No es posible inteligir la formalidad de realidad por sí sola, no es posible inteligir la formalidad de realidad si a la vez no intelijo algo. Sin embargo, es fácil interpretarla como un primer estadio de algo, de una intelección que se desarrollará mediante modalizaciones ulteriores de intelección, que él denomina logos y razón (y comprensión).

Pero claro —y aquí es a dónde quería llegar—, realmente esta aprehensión primordial de realidad no es un primer estadio, sino (creo yo) es un continuum de nuestro estar en el mundo. Todo actividad cognitiva que realicemos (percepción, pensamiento, memoria,…), todo afecto que experimentemos, toda acción que realicemos,… la aprehendemos desde la formalidad de realidad. Si fuéramos un animal, ese mismo proceso se daría (estímulo, modificación tónica y respuesta) pero sin tener noticia de él; pero ahora hay algo que envuelve todo ese proceso y nos hace aprehenderlo como ‘de suyo’. Ese algo es la inteligencia, gracias a la cual el proceso ahora no es puro sentir sino sentir inteligente.

Y la cuestión que me planteo es: ¿es lícito entender esa facultad específicamente humana como algo en continuidad con la cognición animal, o se trata de una facultad cualitativamente distinta? La hiperformalización actuaría así como en dos dimensiones: una envolvente (envuelve o permea a todo el proceso sentiente desde la formalidad de realidad) y otra en profundidad y riqueza (gracias a ella el hombre puede inteligir más y mejor: puede imaginar, proyectar, abstraer, conceptuar,…). ¿Hay un continuum entre la cognición animal, las actividades puramente cognitivas humanas, y la inteligencia como facultad de poder aprehender las cosas como ‘de suyo’, o por el contrario sólo existe ese continuum entre las dos primeras (cognición animal y humana) pero ya no entre ellas y la tercera (la inteligencia), sino que lo que hay es un salto cualitativo, y debemos entender a la inteligencia como algo diverso a la actividad cognitiva heredada de los animales? Y si la inteligencia (siempre en este sentido zubiriano) no entra dentro de la actividad cognitiva, ¿dónde la podemos situar?

Ya digo, para poder responder a esta pregunta creo que sería oportuno reflexionar sobre cómo se da la cognición animal (en la medida de nuestras posibilidades, pues evidentemente no podemos meternos en la piel de ningún animal), y extrapolarla al caso humano, y ver qué conclusiones podemos sacar de ahí (no os lo vais a creer, pero llevo mucho tiempo observando a mi gata, a ver si saco algo en claro).

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