9 de junio de 2015

¿Hay más cosas aparte de las cosas?

Comentaba en el anterior post que ante el hecho de reconocer una mesa, quedaban implicadas dos cuestiones previas. La primera (el hecho perceptivo) ya la comentamos; pero queda la segunda, a saber: ¿cómo es que yo tenía en mi interior ya el concepto de mesa? Esta cuestión es muy interesante, pues nos lleva al problema tan debatido también como es el de las ideas innatas.

Recordemos que tras percibir fisiológicamente un objeto, nuestra mente buscaba en su archivo y tras un período de tiempo más o menos corto, daba con una imagen o un concepto que se adecuaba a lo que estábamos percibiendo: sí, el objeto es en definitiva una mesa. Si preguntamos por qué existía en mi mente dicho concepto, creo que la respuesta más inmediata sería: pues porque en algún momento de mi vida me han enseñado o he aprendido lo que es una mesa. Supongo que en este caso efectivamente es así.

La duda que surge en el contexto filosófico es si todo lo que tenemos en nuestra mente es aprendido, o si poseemos algún tipo de conocimiento innato, esto es, si todo conocimiento procede de nuestra experiencia sensible de las cosas, o hay otro origen. Los filósofos empiristas son partidarios de la afirmación de que todo conocimiento es fruto de una experiencia; los racionalistas dicen que no, sino que hay conocimiento que tenemos, digamos, por naturaleza. Algo así decía también Platón, para quien el conocimiento no era tanto un conocimiento estrictamente hablando como un recuerdo (anámnesis) de ese conocimiento que el alma poseía desde siempre.

Los racionalistas se negaban en definitiva a asumir que sólo existe la realidad material, perceptible por los sentidos; su pretensión era mostrar que no toda la realidad es accesible sensiblemente, que más allá de los sentidos hay realidad. Y esto es muy interesante, independientemente de que se esté más o menos de acuerdo con el modo en que ellos intentaban realizar ese acceso. ¿Podemos tener noticia de realidades si no es a través de nuestros sentidos? Que esta respuesta sea afirmativa (no digo que lo sea) no quiere decir que toda realidad sea de naturaleza material. Muy bien podría darse una realidad de naturaleza no material, que nosotros pudiéramos captar por su manifestación material, que es distinto.

Se me ocurre un ejemplo: la ley de la gravedad. Es sabido que los cuerpos materiales se ven sometidos a esta ley. ¿Vemos la ley por algún lado? ¿Cómo podemos saber de su existencia? Quizá a partir de su manifestación en el comportamiento de los cuerpos materiales. Observando los cuerpos, les vemos caer según unos determinados parámetros o constantes, los cuales nos llevan a extrapolar sus comportamientos concretos en el enunciado de dicha ley. Pero de la ley en concreto, no tenemos ninguna noticia. Sin embargo, sí que sabemos de su existencia, por su manifestación en las cosas, manifestación de la que sí podemos tener noticia sensible.

Hoy en día hay autores que mantienen la idea de conocimiento innato (como por ejemplo en nuestras estructuras lingüísticas); pero a mi modo de ver, hacia donde tiende la filosofía en la actualidad es hacia esta postura que estamos comentando. Más que de hablar de conocimiento innato, habría que hablar de conocimiento sensible, pero que no por ser sensible implica que toda realidad sea de tipo material. Porque quedarse en lo material o en lo cósico (postura empirista) no deja de suponer también un reduccionismo que nos impide atender la realidad desde un enfoque más elevado, enfoque desde el cual precisamente la podemos aprehender de otro modo y podemos conocerla más enriquecedoramente.

Si no pensáramos que la realidad es más que lo que percibimos, nos quedaríamos viendo cómo caen los cuerpos (siguiendo con el ejemplo), pero difícilmente podríamos tomar la distancia necesaria para poder aprehenderla con cierta profundidad, para poder conocerla con mayor riqueza y rigor. Afirmar que el conocimiento es necesariamente sensible, no implica quedarnos empastados en las cosas, sino ser conscientes de que, a causa de nuestras limitaciones fisiológicas, no podemos aprehender toda la riqueza de lo real sino a partir de lo sensible. Esto no es una servidumbre sino una exigencia de nuestra realidad.

Lo interesante de esto es que el hecho de que tengamos que percibir objetos concretos no implica quedarnos limitados a lo cósico sino, apoyándonos en ello, podemos sumergirnos en estratos más elevados de la realidad. El problema es que la actitud válida para sumergirnos en estos estratos más elevados de la realidad ya no es la lógico-científica, pues resulta insuficiente. Éste ha sido el error del racionalismo moderno, pretender llegar a la realidad metafísica mediante el uso lógico-científico de la razón, lo que implica el reduccionismo de considerar a la realidad allende lo físico de modo racionalista. Y, ¿dónde está escrito que la realidad profunda tenga que ser racional (Hegel)?

Es menester adquirir otra actitud, una actitud relacional, un actitud de disponibilidad, de encuentro con la realidad en la que se supere la dualidad sujeto-objeto, aunando ambos polos en un nuevo vínculo más íntimo y profundo desde el cual se renuncie a ‘poseer’ la realidad para ‘ser poseídos’ por ella. Todo esto pasa a su vez por modificar también el ejercicio de nuestra sensibilidad: si queremos ser susceptibles a otras realidades más allá de lo cósico, debemos superar nuestra percepción sensible cotidiana, se debe imponer en nosotros una sensibilidad profunda que nos haga susceptibles a otro tipo de realidades más allá de lo cósico. En definitiva se trata de, partiendo de lo cósico, superarlo; de superar el cuadro de coordenadas espacio-temporal para llegar a un cuadro diverso en el que se incardinan estas realidades más elevadas.

Bueno, quería hablar hoy de fenomenología pero vaya, me he ido por otro derrotero. En fin, a la próxima seguro…

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