9 de noviembre de 2021

El entusiasmo del filósofo

Una de las experiencias más generalizadas de los que nos adentramos por los caminos de la filosofía —a mi modo de ver— es nuestro interés por profundizar o por indagar en esa intuición inicial que nos ha sobrecogido y que nos ha embargado, motivo por el cual dirige inicialmente nuestros pasos. Por lo general, entusiasmados, estudiamos e investigamos, interesados más en su profundización y conocimiento que por su definición objetiva, por su análisis riguroso. Solemos descubrir un ámbito filosófico en el que se trata aquella primera intuición que no sabíamos definir muy bien, y nos zambullimos en él implicados, dispuestos a iniciar una aventura que no sabemos muy bien cuándo acabará ni cómo, sumergidos en un océano del que apenas podemos vislumbrar un entorno reducido. La filosofía se caracteriza inicialmente por ser más intuitiva, incluso difusa, con horizontes abiertos y argumentos incipientes seguramente susceptibles de ser precisados.

Pero los años van pasando y el filósofo, en su crecimiento, no se debe quedar aquí, sino que debe intentar, sobre todo, dar solución a dos cuestiones. La primera es delinear del modo más preciso posible los contornos de su idea, de su intuición, de su problema, algo que, aunque resulte paradójico, va aprendiendo a hacer con el paso de los años; la segunda, conectar dicha intuición con la realidad, enlazar su problema en el contexto más amplio de la siempre problemática realidad. Esto, que es algo fácil de comprender, es muy difícil de llevar a la práctica y, por lo general, sólo los grandes son capaces de hacerlo, frecuentemente poco a poco, madurando su propio pensamiento a lo largo de los años, dando lugar a las conocidas ‘etapas’. Estas etapas surgen de la propia evolución de los filósofos, tanto a nivel estrictamente académico como también personal, y seguramente, mientras están sucediendo en la práctica, ellos no las vivan como tales. Sólo con el poso y la serenidad que produce la experiencia de la vida, y echando la vista atrás, se podrán identificar períodos en los que el marco desde los que tratar esas cuestiones fundamentales que lleva arrastrando desde siempre poseen caracteres definidos.

Si quiere ser filosofía, aquello que vayamos averiguando no puede ser dicho de cualquier manera. No toda expresión de ideas es una expresión filosófica, pudiendo quedar reducida a mera opinionitis. Esto ocurre cuando, lejos de un mayor compromiso con el diálogo riguroso, nos limitamos a verter sobre el papel, sin mucha reflexión y con cierta premura, meras ocurrencias o ideas precipitadas; lo que en definitiva no es sino muestra de pereza intelectual. La filosofía requiere esfuerzo, es muy exigente, y solicita muchos recursos, si se quiere hacer bien.

A menudo estas ligerezas se esconden bajo una expresión elegante y fluida, debajo de la cual yacen errores de información, ideas apenas entrevistas, conclusiones precipitadas. La ocurrencia sustituye el esfuerzo tenaz necesario para expresar filosóficamente una idea original, primando el comentario superficial sobre el estado de las cosas en prejuicio del auténtico pensar filosófico. En ocasiones tiene más éxito el escritor atrevido, desafiante, que, saliéndose de los modos habituales llama la atención por su condición alternativa, que el humilde investigador y trabajador que siempre duda de si su idea está lo suficientemente elaborada o si, por el contrario, todavía requiere más trabajo e investigación.

El ensayo, el auténtico ensayo, tiene que ver con esto: surge de una idea original, aún difusa, cuya formulación no es explícita, por tratarse todavía de una idea en construcción, y que va definiéndose conforme se piensa y se escribe con el paso de los años.

2 comentarios:

  1. Ciertamente,la Filosofía no es una puerta abierta a la opinión.Saludos a todos los que ni se atreven a opinar....

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  2. Recuerdo que Zubiri hablaba de lo 'penoso que es el esfuerzo filosófico', algo que, al principio, me parecía exagerado, pero que con los años me estoy dando cuenta de ¡que se quedó corto! :-) Un saludo.

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