6 de octubre de 2020

Confianza no es idoneidad

A veces es curioso cómo en la vida se entrelazan las cosas. El caso es que las ideas que estuve comentando sobre Montaigne en el post anterior, estuvieron presentes (sin acabar de ser consciente) en una conversación que mantuve con unos amigos hará ya un par de años, y a raíz de la cual escribí entonces estas líneas, que acabo de desempolvar por la circunstancia. La verdad es que la conversación que mantuvimos fue muy interesante, sin entrar en los típicos debates para defender nuestros diferentes modos de pensar políticos, sociales, etc., sino intentando analizar lo que supone el ejercicio de un poder, en este caso político. Estaban próximas entonces las últimas elecciones generales. Pues bien, la conversación giró en torno a la percepción que teníamos, ya no de los actuales políticos, sino de lo que es el ejercicio del desempeño político, en general. De los distintos temas que surgieron, quisiera destacar uno al que quizá todos estamos acostumbrados, pero que no deja de llamar la atención cuando se escucha explícitamente: en un momento dado, se escuchó la afirmación de que era comprensible que los políticos mintieran, e incluso que en el imaginario colectivo se aceptaba que les era lícito mentir. Ante la expectación del resto, el autor de la afirmación explicó su comentario.

No se refería a mentir abiertamente ―algo que todos teníamos en mente, sin duda―, sino a otra cosa. Se refería a que es difícil, en la práctica, llevar a cabo todas aquellas promesas realizadas durante la campaña, no tanto por falta de intención como por imposibilidad material: una cosa es mentir abiertamente, y otra no ser capaz de llevar a la práctica aquello que te has propuesto cuando, desde fuera, no ejercías tal cargo de poder, por mucha intención que tuvieras de hacerlo.

Pero claro, esto da que pensar. Todos sabemos que ningún político va a cumplir todas sus promesas. ¿Ellos lo saben? Supongo que sí; si nosotros lo sabemos, pues supongo que ellos también. Y el asunto es: ¿por qué hacen tantas promesas, entonces, a sabiendas de que no las van a cumplir? En el calor de la conversación surgieron dos respuestas: bien porque creen que es lo que verdaderamente necesita el país y esperan poder llevarlo a cabo a un plazo más o menos largo, bien para ganarse adeptos prometiendo aquello que la gente quiere escuchar. De lo segundo no hablamos prácticamente nada: parece que forma parte del circo, desgraciadamente. Personalmente me sigue llamando la atención de aquéllos que confían en quien les promete el oro y el moro; ¿lo harán tan bien ―sus promesas― que nos embaucan para que pensemos que ‘esta vez sí’, que ‘esta vez es la buena’? Supongo que sí. Por mi experiencia personal, no en éste sino en otro ámbito, cuando alguien te ofrece tantas cosas que hasta a ti mismo, deseoso de que se conviertan en realidad, te chirría, porque piensas que no puede ser tan bonita la vida, lo primero que me viene a la cabeza es que esta persona, o me está intentando jalear, o no está en la realidad de las cosas.

Pero de primero sí que hablamos más. ¿Por qué se dicen cosas que se esperan llevar a cabo, y que a la postre no se llevan? Esto es algo más complicado. Lo primero que nos viene a la cabeza ante promesas políticas incumplidas es que son unos embaucadores. Y aunque en ocasiones sea así, no sé hasta qué punto sea justo generalizarlo. Todo aquél que haya desempeñado un cargo de responsabilidad, que haya tenido a su cargo un grupo de personas más o menos grande… sabe de la dificultad que entraña llevar adelante un proyecto. Las intenciones de los dirigentes han de ser llevadas a la práctica, y esto es de todo menos fácil. Hace falta todo un equipo de gestión responsable y profesional, que no se improvisa. No sólo los de arriba, sino todos los miembros implicados, han de saber qué va la cosa. Y pensamos que, con mucha frecuencia, lo usual es que los miembros del equipo fueran más profesionales en las tareas ejecutivas que los propios dirigentes, los cuales eran como capitanes sin haber sido grumetes antes. Quizá éste sea uno de los principales problemas de nuestra clase política: que ostentan grandes responsabilidades sin haber sido antes curtidos por la vida. Y, cuando uno desempeña una responsabilidad, sencillamente por ostentar un cargo, difícilmente saldrá de ahí nada bueno, salvo palabras vacías, tan irreales como las expectativas de quien las dice. ¡Cuántos políticos son personas sin experiencia! Un dirigente sin experiencia no sabe dirigir, no sabe mandar, no sabe proyectar, porque no sabe lo que lleva entre manos.

Hay que tener muy clara la diferencia entre la confianza que en uno pueden haber depositado (unos electores, un dirigente que hace un nombramiento directo, etc.) para desempeñar un cargo, de la idoneidad que uno pueda tener para su desempeño. Quizá el gran problema de nuestra clase política es el no tener bien claro los problemas que pueda acarrear cuando una persona de confianza no es idónea. O quizá no les importe, lo que seguramente es mucho peor.

4 comentarios:

  1. Una buena carrera política no se hace en cuatro dias...en DEMOCRACIA...tanto merece una buena Oposición como el Gobierno en cuestión..lástima q nunca lleguemos a buenos debates.(no niñatos jugando a las guerrillas , ni caciques buscando traiciones y venganzas).Una buena  idea que aprendí de lecturas en Kant...hay q sacar lo mejor del oponente.!!

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  2. Muy interesante lo que dices; efectivamente, para sacar lo mejor de uno mismo, hay que contar con un buen oponente, tanto más en política; algo que, hoy por hoy, estamos muy lejos de tener en nuestro país. Un saludo.

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  3. Enhorabuena por el blog.Este post me recuerda a los filósofos que pensaban que la política era un arte noble, el arte de buscar el buen común.
    Por otro lado,e recuerda al lamento de Bauman: el poder se ha separado de la política y ahora lo detentan otras instancias (conglomerados de acumulación de capital, sobre todo). Esas instancias tienen probablemente su parte de responsabilidad en el hecho de que los políticos, incluso los bienintencionados, no consigan cumplir sus promesas.
    De nuevo, enhorabuena y gracias por tu blog

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    1. Vaya Bosco, ¡qué sorpresa! Muchas gracias por tus palabras de aliento. Espero que te guste...
      Por lo demás, efectivamente, la vida social, política y económica actual es muy complicada; hay muchos intereses creados, muchas presiones de todo tipo, y bueno, mucho egocentrismo también. En fin, la vida... Un abrazo.

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