12 de mayo de 2020

Sentir: una experiencia activa

Una de las principales conclusiones que uno puede extraer cuando se enfrenta al denso y extenso libro de Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción, es el acierto en su crítica tanto al empirismo como al racionalismo, en lo que se refiere a sus respectivos fundamentos de los procesos según los cuales adquirimos noticia de nuestro entorno. Su análisis riguroso a veces es sofocante; uno necesita tomar un poco de aire tras leer algunos de sus párrafos. Pero, cuando uno empieza a sentirse más o menos cómodo en sus páginas, observa con deleite ideas más que sugerentes sobre el modo en que el ser humano se relaciona con el mundo, en esta primera toma de contacto que englobamos bajo el nombre de percepción.

Básicamente se sitúa a caballo entre ambos polos, el empirismo y el racionalismo. Porque, no ponemos todo nosotros a la hora de percibir, pero tampoco es que no pongamos nada, y nos limitemos a ‘acusar recibo’ de la información que nos pueda llegar del exterior, para luego elaborarla. En su opinión, lo que ocurre es un proceso circular según el que, para poder percibir, necesitamos un marco previo desde el cual hacerlo; pero, a la vez, ese marco previo sólo surge de una infinidad de pequeñas experiencias que hemos ido elaborando durante nuestra vida en el seno de una cosmovisión compartida.

El sentir no es algo dominado por el sujeto, ni tampoco es algo que le domine; es un proceso activo, no muerto. Es ésta una crítica que realiza sobre todo al empirismo, que ha vaciado el sentir de todo misterio, pues lo ha reducido a la mera posesión de una cualidad; las personas seríamos meros registradores de las cualidades de las cosas que percibimos al ser estimulados. El filósofo francés, entiende que sentir es mucho más que establecer cualidades, o conceptos; y, en esto, se une a la corriente romántica: sentir «designa una experiencia en la que no se nos dan unas cualidades ‘muertas’, sino unas propiedades activas» (FP, 73). Las cualidades puras sólo podrían ser percibidas si el mundo fuese un espectáculo neutro, y nuestros propios procesos fisiológicos, los mecanismos de una máquina que se presentaría al modo de una mente imparcial ante las cosas. Pero no es éste el modo en que el ser humano está situado en la vida, sino que la visión, toda percepción, ya está habitada por un sentido, que es precisamente el que le da una función [a la percepción] en el devenir de la naturaleza, y de nuestra existencia.

El sentir no es algo mecánico, neutro, robótico, sino que reviste a lo percibido de un valor vital, de un halo de significatividad existencial, algo que tampoco es ajeno a otras especies animales, según las posibilidades de cada una.

Nuestro sentir entreteje las partes del paisaje, y éstas con la trama existencial e intencional de cada sujeto que lo percibe. «El sentir es esta comunicación vital con el mundo que nos lo hace presente como lugar familiar de nuestra vida. A él deben objeto percibido y sujeto perceptor su espesor. Es el tejido intencional que el esfuerzo del conocimiento intentará descomponer».

Si esto es así, la comprensión que podamos tener de cómo funcionan el entendimiento y la razón necesita ser revisada, pues se pone de manifiesto cómo ya no pertenecen únicamente a la esfera de la racionalidad lógica-científica, sino todo lo contrario: la racionalidad lógico-científica necesita ser subsumida en un modo más amplio de ejercer la razón, ya que la razón (y el entendimiento) no pueden ejercerse al margen de todo ese marco de sentido que posibilita, sencillamente, poder relacionarse con él. No hay un entendimiento y una razón meramente lógico-científicos, por mucho peso que pueda tener esa modalidad en determinados modos de ejercerla; todo uso lógico-científico presupone una lectura y una comprensión del mundo, a partir de la cual se puede efectivamente ejercer. «Procuraremos poner de manifiesto en la percepción así la infraestructura instintiva como las superestructuras que, mediante el ejercicio de la inteligencia, se establecen sobre aquella». Es gracias a ello, dirá d’Ors con una expresión que me parece fascinante, que podemos pensar en relieve.

A mi modo de ver, una inquietud similar es la que recorre la noología zubiriana, aunque creo que el filósofo español es más radical que el francés. ¿Por qué lo digo? Nos podemos plantear si, aun concediendo que Merleau Ponty está en lo cierto en su planteamiento (que yo así lo creo), es lo suficientemente radical. ¿Es ese modo que él nos explica el modo primario según el cual nosotros estamos situados en la realidad? Para Zubiri no, en el sentido de que hay un momento el cual, para poder ser considerado, es necesario retrotraerse un paso previo. No sé hasta qué punto este paso previo es cronológico; seguramente sea sólo lógico. A lo que se refiere el filósofo vasco es a lo que él denomina ‘aprehensión primordial de realidad’; es éste el momento primario de la inteligencia, a partir del cual, y ulteriormente, dicha inteligencia se modalizará en logos (entendimiento) y razón. La aprehensión primordial consiste en algo tan sencillo y tan rico, y tan novedoso evolutivamente hablando, como en aprehender las cosas como ‘de suyo’, previamente al marco de sentido desde el cual ejerzamos el entendimiento y la razón. Esta es la gran crítica que realiza Zubiri a la fenomenología en general: que no es lo suficientemente radical. Pero esto es otra historia.

3 comentarios:

  1. Asi,toda precepción de la realida queda condicionada por:los agregados mentales de pensamiento propio y determinada por la impronta ejercida en la esfera cognitiva...memoria ,atención ,conflicto...

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  2. Respuestas
    1. Pues sí, sería algo así como una intersección entre lo que percibimos de las cosas y nuestras posibilidades fisiológicas, cognitivas, hermenéuticas... ¿no?

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