17 de marzo de 2020

El significado hermenéutico de la distancia en el tiempo

Llegamos a un punto interesante de este recorrido, en el que van a aparecer dos de las ideas principales de la hermenéutica gadameriana: la historia efectual, y la relevancia que la diferencia temporal posee en la tarea hermenéutica. El primero lo veremos en el siguiente post; el segundo, en éste. A la vista de lo expuesto en los anteriores posts, se puede comprender la verdadera tarea del hermeneuta. ¿Cuál? Pues no tanto desarrollar una metodología comprensiva, una metodología del hacer hermenéutico, como «iluminar las condiciones bajo las cuales se comprende», algo que es radicalmente diverso. Los procesos desde los cuales realizamos la comprensión suelen permanecer velados para uno mismo; por ejemplo, no es para nada sencillo hacer aflorar nuestras opiniones previas y nuestros prejuicios. La verdadera tarea de la hermenéutica no es tanto una metodología de trabajo para comprender textos, sino la de esclarecer cuáles son los procesos mediante los cuales se va generando en nosotros una comprensión, la que sea.

En este sentido, quizá el enfrentamiento a un texto pueda sernos de ayuda: a poco que lo pensemos nos daremos cuenta de toda la riqueza que encierra. El sentido de un texto siempre desborda las expectativas del lector, del mismo modo que su interpretación siempre desborda las expectativas del autor. El lector nunca podrá afirmar que ha comprendido del todo un texto; el autor nunca podrá ser consciente de todas las posibles interpretaciones que alberga su propio trabajo: las posibilidades interpretativas de un texto son ciertamente enormes. Por este motivo, la comprensión no se erige en una mera reproducción de lo que quiso decir un autor (¿sería esto posible?), sino que consiste en un esfuerzo productivo que surge de la interpretación del texto, escrito según un cuadro de coordenadas, por cada lector, a la luz de su cuadro de coordenadas correspondiente, cada uno en el suyo e incardinado en su época, con puntos de partida e intereses diversos que ofrecerán distintas claves de lectura. Consecuentemente no se trata de comprender mejor un texto que otros, sino de comprenderlo de modo diferente, enfoque que rompe de plano con la perspectiva hermenéutica romántica. Ello desplaza el esfuerzo hermenéutico del intérprete (y su interpretación) hacia el propio texto y su verdad, desplazamiento que para ser completado es preciso haber realizado el giro heideggeriano de entender la comprensión no como algo que se puede hacer (o no) sino como un ‘factum existencial’, como modo de ser del dasein, del ‘estar ahí’.

El tiempo deja de ser un abismo insalvable, para convertirse en el fundamento que sustenta a la comprensión como modo de ser, en tanto que permite que en su seno se dé el acontecer; un acontecer histórico en el cual el presente se arraiga, y del que no puede escapar.

¡Qué distinto enfoque del que poseía el historicismo, que pensaba que se podía dar el salto de un presente a un pasado, para situarse con toda naturalidad en el espíritu de una determinada época! Cuando lo cierto es todo lo contrario: no nos podemos desprender de una estructura de comprensión presente, la cual es como es a causa del decurso histórico de los acontecimientos, y sin el cual no sería como es. Es el tiempo el que posibilita la productividad del acontecer, el que permite la distancia que genera ese ‘hueco’ gracias al cual podemos discernir, el que ampara los sucesos que desde la historicidad intrínseca del ser humano van a ocurrir, y que son en definitiva los que trata de comprender.

El decurso histórico, tempóreo, propicia un nexo de comprensión. Mientras el nexo del tiempo esté vivo, abierto, habrá lugar para el esfuerzo hermenéutico. El caso de que el nexo haya desaparecido, implica que ya se considera a ese pasado como un pasado muerto, totalmente ineficaz en el presente, al cual (ahora sí) se le estudia como un objeto, porque su historia ha concluido: es un pasado muerto. Esto acontece, como dice Gadamer, «cuando está suficientemente muerto como para que ya sólo interese históricamente». Aunque quizá nunca lleguemos a saber cuándo ocurre esto, porque si bien la distancia en el tiempo nos ofrece una mejor perspectiva para alcanzar el verdadero sentido que hay en las cosas, por otro lado, se puede afirmar que ese sentido verdadero nunca se alcance en plenitud, sino que sea una tarea que pueda perdurar generación tras generación. ¿Quién puede afirmar que ha agotado todas las posibilidades de sentido de un suceso, o de un texto? Acaso en futuras generaciones surjan claves de comprensión inimaginables para las generaciones actuales.

El tiempo ejerce una segunda función, no menos importante, a saber: la de ser un auténtico crisol que permite distinguir los prejuicios falsos que provocan malentendidos de los prejuicios verdaderos que facilitan la comprensión. Mientras nos acomodemos a nuestras interpretaciones, es difícil adquirir consciencia de nuestros prejuicios; sólo en el crisol del tiempo y de la tradición (y del diálogo) podremos averiguar si efectivamente nuestro prejuicio es válido o perjudicial. Es importante cuestionarse esto. En ocasiones, pensamos que hemos comprendido un texto cuando en el fondo hemos permanecidos ciegos al mismo, no hemos hecho más que convertirlo en un espejo de nuestras propias intenciones.

La comprensión comienza cuando algo nos interpela, y ello implica poner en suspenso nuestros modos de comprender. La categoría que nos aúna estas dos circunstancias es, a juicio de Gadamer, la de la pregunta. Es intrínseco a la pregunta la apertura de espíritu, el abrir y mantener abiertas distintas posibilidades, el ‘dudar’ de uno mismo y de su labor hermenéutica. El error historicista recae en el otro lado, en la confianza excesiva de su labor a causa de la metodología aplicada. «Un pensamiento verdaderamente histórico tiene que ser capaz de pensar al mismo tiempo su propia historicidad». No hay un objeto histórico ajeno o distinto al sujeto, sino la consideración unitaria de ambos polos, «una relación en la que la realidad de la historia persiste igual que la realidad del comprender histórico».

2 comentarios:

  1. No creo que nadie este dotado para alcanzar todo comprensión de la actuación externa al individuo.Solo a través del diálogo recíproco(intercambio) y honesto llegamos a la verdad.La comprensión nos llega ante al asombro de un saber que ya existía.

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    1. Sí estoy de acuerdo contigo. Lo que me cuesta un poco, es eso que dices al final, lo de 'un saber que ya existía'. Yo no sé si el saber que se va descubriendo con comprensiones futuras, 'ya' existía, y estaba esperando una nueva conciencia que lo descubriera, como espera un planeta desconocido ser descubierto. No sabría cómo explicarlo, pero creo que ese nuevo saber surge como de una actualización de posibilidades: las inherentes en el texto y la de las personas que se enfrentan a él, y sólo se da en tanto que cristaliza entre los dos ámbitos de posibilidades. No sé. Un saludo.

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