31 de marzo de 2020

Cuando la filosofía era poesía

Tiene Platón unas líneas en sus Leyes ciertamente sugerentes. Dice: «Sostengo que es necesario tomar seriamente lo serio, pero no lo que no lo es; dios es naturalmente digno de todo el esfuerzo del bienaventurado, pero el hombre, como dijimos antes, ha sido construido como un juguete de dios y, en realidad, precisamente eso es lo mejor de él. Es necesario que, adaptándose a esa música y jugando los juegos más bellos, todo hombre y toda mujer vivan así, pensando lo contrario de lo que hacen ahora». Si me llamaron la atención es porque no sé hasta qué punto es casual que Platón emplee la categoría de juego para acceder a lo divino. ¿Qué tiene de particular la actitud lúdica?, ¿no parece que sea lo más contraproducente para poder afrontar las cuestiones más serias que se pueda plantear un ser humano? A la luz de sus palabras, esta actitud lúdica nos lleva a ‘hacer lo contrario de lo que hacemos ahora’, es decir, a adoptar una actitud de vida en la que no nos veamos ahogados por las obligaciones y necesidades de la vida cotidiana, las cuales, ya no son tan importantes; o, mejor dicho, no es que no importen, sino que se deben encarar desde una perspectiva distinta a la que solemos emplear para afrontarlas. Precisamente por ello, podemos acceder a otras dimensiones ontológicas de nuestra existencia, sobreelevándonos sobre nosotros mismos, para acceder a la divinidad.

No es casualidad que Huizinga emplee esta cita en su Homo ludens para enlazar la dimensión lúdica con la poética, de la que procede, y a la que se debe. «La poesía, nacida en la esfera del juego, permanece en ella como en su casa», nos dice. También Schopenhauer entendía el arte, la experiencia estética, como antesala de la ética como puerta hacia la espiritual, en tanto que vida de acuerdo a lo que él denominaba voluntad, y que no era sino el fundamento del mundo. Efectivamente, el poeta juega con su espíritu en un mundo propio, creador, en el que establece relaciones ajenas a las relaciones lógicas del hombre ocupado y serio.

¡De qué modo más bello explica la poesía el autor holandés! «Se halla más allá de lo serio, en aquel recinto, más antiguo, donde habitan el niño, el animal, el salvaje y el vidente, en el campo del sueño, del encanto, de la embriaguez, de la risa». Y es que para comprender la poesía, como Unamuno, uno tiene que hacerse niño, tiene que aniñar su alma, debe revestirse con la magia infantil que nos aleja de la ‘sabiduría’ del adulto. ‘La poesía es como el sueño de una doctrina’, dijo Francis Bacon.

Tampoco es casualidad, pues, que los grandes interrogantes que el hombre primitivo se realizaba, aquellos que más tarde atenderá desde una elaboración intelectual más desarrollada, se encuentren formulados a modo de fábulas míticas. Nos podemos preguntar hasta qué punto ello se debe a una falta de desarrollo intelectual, y si no esconde una actitud ante la que se desvelan misterios velados quizá al pensamiento lógico. ¿Tiene la poesía sólo una dimensión meramente estética? Quizá, si se entiende que no es así, habría que ampliar el concepto de ‘estética’, para que se incorpore en él, además de su belleza lírica, su dimensión ontológica, gracias a la cual puede el poeta, como decía Platón, elevarse sobre sí mismo ‘haciendo lo contrario’ que hacemos en la vida cotidiana. ¿Cómo? Jugando. El poeta tiene algo de chamán, de mago… el poeta es un vate. Quizá en su origen, la asociación entre poesía y belleza permanecía ajena al espíritu del poeta, más preocupado por expresar y encarar las grandes cuestiones de la vida, y por habilitarse a él mismo para tal empeño. El poeta original estaba ciertamente alejado de un deseo consciente de belleza, independientemente de que, consecuencia de su hacer, el resultado fuera ciertamente bello. La poesía, en su origen, era algo sagrado, divino, capaz de expresar así los grandes misterios del cosmos, y en la que no solía faltar una dimensión agonal. Más allá de su utilidad para ser memorizada a causa de sus formas métricas y rítmicas, en lo que se refiere a asuntos elevados, el poema era el modo natural de articulación. En la esfera de lo espiritual y de los grandes asuntos del mundo, el uso poético del lenguaje es el más apropiado. Quizá el mito se eleve a alturas inaccesibles para un uso lógico de la razón.

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