14 de enero de 2020

La percepción, toda una artista

Uno de los caracteres más notables de nuestro cerebro es su capacidad para procesar la información que le llega desde sus órganos sensibles. Hasta hace poco, se solía pensar que los sentidos actuaban de forma individual y que el cerebro los procesaba por separado. Cada uno se encargaba de un tipo de percepción, y la gestionaba según un curso propio. Los ojos veían, la boca degustaba, las manos tocaban... No obstante, el estado actual de la cuestión parece contradecir esa idea. Para muestra un botón: no hace muchos años, en la Universidad de California se llevó a cabo un experimento cuanto menos curioso. En él, se mostraba a una serie de individuos un flash de luz, al que acompañaban de dos breves tonos sonoros. Luego se pidió a los participantes que explicaran su experiencia. Lo lógico hubiera sido que explicaran aquello a lo que fueron sometidos: una luz y dos sonidos. Lo sorprendente fue cuando la mayoría de ellos afirmaron que lo que ellos experimentaron fue, junto con los dos sonidos, dos flashes de luz. Es decir, la percepción visual ‘fue arrastrada’ por la auditiva.

Este pequeño ejemplo muestra cómo, efectivamente, nuestros sentidos interactúan entre ellos. Desde que comienza una percepción, se encargan de aumentar, potenciar a otros sentidos, de competir incluso entre ellos, y de alterarse unos a otros de formas asombrosas. Lo curioso del caso es que esa mezcla de información sensorial es esencial para que el cerebro componga una imagen del mundo exterior.

Esta habilidad de nuestro cerebro para mezclar las informaciones procedentes de diversos sentidos no es innata, sino que es preciso aprenderla tras nacer. El cerebro nace con unas posibilidades de fábrica, posibilidades que hay que ir definiendo en función de la biografía de cada uno de nosotros. Esta tarea es fundamental, ya que ser capaces de integrar de forma rápida lo que nuestros sentidos nos ofrecen nos capacita para situarnos adecuadamente en nuestro entorno y hacer juicios al instante en referencia a los que sucede a nuestro alrededor. La importancia de sentir y de percibir tiene, desde un punto de vista evolutivo, mucho sentido, puesto que nos prepara para enfrentarnos al entorno y salir airosos de ello. En nuestro caso, no sólo nos permite saber qué comer, de qué defendernos, o si algo es o no peligroso, tal y como acontece al resto del mundo animal; también hace que podamos entender el mundo en que vivimos, lo cual también repercutirá indudablemente en nuestras vidas.

La importancia de este aprendizaje se pone de manifiesto cuando nuestro cerebro no recibe ‘toda’ la información que debiera recibir para su normal funcionamiento. Esta carencia la suple ‘construyendo’ el percepto, es decir, ‘añadiendo’ a dicha información aquello que le faltaba. Quizá sea ésta una de las características más sorprendentes de nuestra forma de relacionarnos con el entorno, como dice Vollmer: «Quizá la característica más sorprendente de la percepción humana es su inclinación a formar totalidades y modelos, completando perfiles incompletos, integrando estímulos-clave de distinto orden y en general valorando las aportaciones de los diversos estímulos como si quisiera lograr una ‘buena Gestalt’». Aquí se encuentra, por otro lado, el fundamento del famoso test de Rorschach.

Esto que estamos comentando se pone especialmente de manifiesto cuando esos procesos no funcionan correctamente. En cualquier momento de los mismos, se pueden dar distintas disfunciones, que hay que saber detectar, identificar y considerar en la vida del individuo para subsanar sus posibles efectos adversos. Y el caso es que el cerebro está diseñado para suplir estas deficiencias, las cuales con frecuencias pasan inadvertidas. Estas deficiencias son de distinta índole. Por ejemplo, en la entrada sensible de la información, se pueden recibir menos datos de lo que se puede considerar normal (deficiencia en nuestros sentidos) o, por el contrario, más (hipersensibilidad). Otra disfunción tiene que ver con la incapacidad para organizar y gestionar la información que nos llega a través de los canales sensibles. Una tercera tendría que ver con la respuesta que damos a la información sensible, que puede o no corresponderse con los estímulos entrantes: frente a una reacción sana o moderada, bien puede darse una infra-respuesta o una sobre-respuesta, en función de si dicha respuesta no considera suficientemente la información estimúlica o la considera de modo excesivo. Es común que personas generen respuestas desproporcionadas o exiguas ante una situación, lo que indica que poseen un trastorno en la gestión sensorial.

Todo esto tiene que ver con lo que Ayres definió como integración sensorial, a saber: «el proceso neurológico que organiza la sensación del propio cuerpo y del entorno y posibilita emplear el cuerpo de forma eficaz dentro de ese entorno». De este modo —continúa— «los aspectos espaciales y temporales de las entradas de información a través de diferentes modalidades sensoriales se interpretan, se asocian y se unen», todo ello en beneficio de la supervivencia y del despliegue vital favorable del individuo. Una información más sencilla es la que ofrece Herron; según este autor integración sensorial se puede definir también como «el proceso por el cual el sistema nervioso recibe, organiza, archiva e integra la información sensorial para producir una respuesta apropiada».

¡Qué importante es que estos procesos funcionen adecuadamente! Gracias a ellos toda la información que recibimos a través de nuestros sentidos, se integra con la que disponemos previamente almacenada en nuestra memoria gracias a nuestro aprendizaje y conocimiento adquirido con él, para producir una respuesta coherente en función de nuestras inquietudes y proyectos. Ahí es nada.

2 comentarios:

  1. ...la plasticidad de las vias neuronales permite reestructurarse continuamente.Por tanto, la información nunca será suficiente.Consecuencia,toda respuesta estará entre el azar y la necesidad.

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    1. Pues sí, algo hay de eso, sí... Nunca tenemos toda la información necesaria, siempre habrá carencias que poco a poco van configurando nuestro cerebro, siempre en continuo diálogo con la realidad. Un saludo.

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