2 de diciembre de 2025

La puerta noológica a la metafísica

¿Qué diferencia hay entre la aprehensión de las cosas por parte de un ser humano y por parte de un animal? Como ya hemos comentado en otros sitios (en el post anterior y aquí, cuando hablo de formalidad de estimulidad), el animal sólo aprehende contenidos estimúlicos, el hombre aprehende cosas que son ‘de suyo’ y que nos remiten a algo más de ellas. precisamente por ese momento de realidad. La cosa es más que su contenido: posee carácter real, aprehensible por una inteligencia sentiente, o por un sentir inteligente. Si bien en su contenido lo que nosotros aprehendemos coincide (en principio) con lo que aprehende el animal, en cuanto a su formalidad no: esa misma cosa cuyo contenido es el mismo para ambos, difiere en el modo de quedar ante el sujeto aprehensor, bien como estimulidad, bien como realidad respectivamente.

No todos los animales se hacen eco igual de su entorno: cada especie lo hará según sus posibilidades de relación, lo cual va de la mano con la formalización de su sistema nervioso (lo cual a su vez va de la mano también con su complejidad en tanto que organismo). Podemos entender el entorno como el lugar físico en el que se encuentran los animales, ya sea una selva, un desierto, el polo norte, o una ciudad. En principio, todos los animales o especies pueden muy bien encontrarse en un mismo entorno, pero no lo están de la misma manera. Porque, y aun compartiendo el mismo entorno, cada especie percibirá de él aquello que pueda percibir y que, en principio, será suficiente para mantener su existencia. No se relaciona igual con las cosas, ni tampoco con las mismas cosas, un topo, un murciélago, una mariquita o un lobo. Habrá determinadas cosas que una especie podrá percibir, y otras no; y, aun percibiendo las mismas cosas, igual esas cosas juegan un papel diferente para cada una. En virtud de ello, ese entorno se transforma en un medio. Habrá tantos medios en un entorno como especies haya en él. Un medio es constitutivamente algo cerrado, debiéndose a una vida enclasada, en tanto que al animal ‘le basta’ con una relación estimúlica con él para su supervivencia.

Si bien nosotros compartimos en buena medida esta relación mediada con el entorno, a su vez la trascendemos enormemente, ya que aprehendemos las cosas no meramente como estímulos que satisfacen nuestras necesidades, cosas que se agotan en su ser estimúlico, sino como realidad: los estímulos ya no son meros estímulos sino ‘realidades estimulantes’.

Ello es así debido a que nuestro modo de estar en la realidad no es mediante el puro sentir animal, sino mediante el sentir inteligente específicamente humano. Esto, que parece una nimiedad, supone un cambio cualitativamente radical, tanto como para poder preguntarnos qué es esa cosa que tenemos ahí y que nos quema, o nos satisface el hambre, o nos asusta. Así, toda aprehensión por parte del hombre posee dos momentos: el contenido (análogamente al caso del animal) y el carácter de realidad (totalmente diverso al estimúlico del animal).

Gracias a nuestro sentir inteligente las cosas quedan ante nosotros de un modo diverso, quedan actualizadas como reales. Qué sean las cosas siempre será problemático, algo cuya investigación es tarea del conocimiento humano en todas sus posibilidades; que esas cosas queden actualizadas como reales es un dato primario e irrefragable, y que es lo que Zubiri denomina aprehensión primordial de realidad. Esta aprehensión primordial no se da sino en la aprehensión de una cosa en la que, además de su carácter de realidad, aprehendemos también un contenido, el que sea. Pero no se pueden confundir ambos momentos: el del contenido de la cosa y el de su carácter de realidad. Este segundo momento será el hilo de Ariadna que siga Zubiri para fundamentar su metafísica, y por el que estime oportuno ir más allá de la fenomenología en beneficio de su noología.

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