18 de marzo de 2025

La intersección entre lo metafísico y lo físico

Con este post finalizamos el planteamiento metafísico de Hans Driesch. Comentábamos que, según Driesch, difícilmente podíamos acceder al ámbito de lo ‘en sí’, cuando menos en lo que se refiere a contenidos pues, al fin y al cabo, todo contenido siempre es ‘para mí’, es construido. 

Por este motivo, Driesch planteaba la noticia metafísica en términos formales, a la cual podíamos tener acceso precisamente por el modo en que lo fenoménico se da, y en virtud de cómo se da. Para Driesch, ese carácter metafísico trascendental era sistema, y que condicionaba, como parece evidente, el modo en que el orden trascendental se expresaba metafísicamente. Pues bien, hoy vamos a comentar una última idea de Driesch, que creo que es muy sugerente, y que tiene que ver con cómo se puede pensar ese correlato entre lo metafísico (formal) y lo empírico (material).

Como biólogo que era, Driesch apela al mundo de la vida para hacerse entender mejor. ¿Por qué? Pues porque en él se pone de manifiesto el modo diferente de existir las cosas, los entes, según el carácter diverso de la causalidad mecánica y la biológica; causalidad biológica que él define como una causalidad totalizadora. Dice Driesch: «Los hechos vitales no se dejan reducir a los hechos elementales del mundo inanimado, sino que exigen para su comprensión la admisión de una especial causalidad totalizadora». ¿En qué consiste esta causalidad ‘totalizadora? Ello tiene que ver con aquello que propicia que el organismo en su totalidad se despliegue vitalmente como lo hace. Hay un ‘algo’ que hace que el organismo sea en su totalidad una unidad, la cual deviene en el tiempo y en el espacio según su propia especificidad. No se le pueden añadir o quitar partes tal y como sí se puede hacer con la materia inanimada.

Driesch se hace eco de que estas causas totalizadoras no obran en el espacio y en el tiempo del mismo modo que lo hacen las causas mecánicas de la materia inanimada. Su modo de obrar es diverso, y esto es el meollo, pues se pone de manifiesto un modo diferente de darse la relación entre lo metafísico y lo físico; muy agudamente dice que obran como penetrando espacio adentro, desde el interior del organismo. ¿Cómo tenemos noticia de esta causalidad? Dice aquí Driesch una expresión muy intuitiva, a mi modo de ver, que es a lo que iba. Explica que viene a ser como si dos modos de ser (las relaciones) se cortan entre sí, corte que sólo podemos apreciar desde su experiencia fenoménica. «Es ello, y siempre dentro de lo fenoménico, como si hubiera un sistema de relaciones que se corten en cierto modo con el sistema de relaciones que llamamos ‘espacio’», y que —a mi modo de ver— Zubiri denomina cosmos. O sea: que la intersección de lo real (formal) con las categorías de nuestra experiencia lo percibimos con nuestra experiencia empírica (objetiva): «lo percibimos inmediatamente sólo en sus puntos de intersección».

Por un lado, hay un sistema de relaciones que trasciende lo dado. Por el otro, hay también en la realidad diversos sistemas de relaciones que sólo aparecen fragmentariamente, con sucesos u objetos concretos, en la medida en que se cortan o se cruzan con el sistema trascendente. Podemos aventurar que en la realidad haya sistemas que nunca se corten con el trascendente, motivo por el cual no podremos tener nunca experiencia de ellos.

Un modo particular en que se puede mostrar un subsistema del sistema de lo real es la materia, que se aparece en el sistema espacial con unos determinados caracteres, y en el sistema temporal con un modo de devenir. «Dentro del sistema real E de relaciones que se presenta con espacio, existe el sistema real M de relaciones que se presenta fenoménicamente como materia», materia se presenta también deviniendo en el tiempo. Y es muy diferente el modo de presentarse y de devenir la materia inanimada del de la orgánica. «Así, pues, existe en la realidad un sistema determinado de relaciones, el sistema T que aparece como tiempo y es en punto a complejidad tan rico por lo menos como su fenómeno», de modo que, lo temporal, a diferencia de como pensaba Kant, no es meramente subjetivo (tampoco lo espacial).

Lo temporal, pues, tiene que ver con el modo en que deviene la manifestación o la presentación de un aspecto determinado de lo real. La causalidad estrictamente hablando está incardinada en la temporalidad. Pero hay que tener cuidado, porque hay que entenderla (a la causalidad) siempre a la luz de que el hecho de que un suceso devenga después de otro no siempre implica una relación causa-efecto: «un simple ser algo ‘después de’ otro algo es muy distinto de ser algo ‘en virtud de’ otro algo: la mera secuencia (post) es muy distinta de la motivación (propter)». Se nos abre así en el horizonte una relación entre los entes no necesariamente mecánico, sino orgánico, vital.

Si lo he entendido bien, éste es el modo en que Driesch plantea esa intersección entre lo metafísico y lo físico, entendiendo lo metafísico como un sistema de relaciones, algunas de las cuales se concretan en lo físico, en la naturaleza, tal y como la percibimos. Todo ello, si lo pensamos, solicita que seamos capaces de inteligir lo real desde una perspectiva formal, es decir, que muy bien podemos inteligir lo real sin que lo real sea necesariamente una ‘cosa’. Este esquema estará muy presente en la metafísica zubiriana.

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