Aunque es frecuente tratar de dibujar un relato histórico de carácter universal, no cabe duda de que, conforme ahondamos un poco, surgen un sinfín de historias locales, cada una con su especificidad y que, si bien contribuyen con su parte a ese gran relato universal, no es menos cierto que posee una autonomía propia. Comprender cómo suman al relato universal manteniendo dicha autonomía, precisa de una comprensión abierta y rigurosa, tarea específica del quehacer histórico científico.
Esto es algo de lo que Jaspers se hace eco, a saber, de que hay diversas líneas locales de desarrollo de la historia, y se pregunta por cuál puede ser la clave de su comprensión. Entiende que, cuando Hegel destacaba que ‘Cristo era el eje de la historia universal’, entendiendo que toda historia va a parar a Él y procede de Él, dicho enfoque no puede ser compartido para la mayoría de la población de la sociedad occidental. Que en su conformación —en la de la sociedad occidental— haya un pasado cristiano, que la ha influido notoriamente, es algo evidente; otra cosa es que hoy se siga manteniendo generalizadamente la misma sensibilidad ante Él que la que se dio durante tantos siglos de la era cristiana en virtud de los cuales, precisamente, el mundo occidental es como es, cuanto menos en alguna medida. Lo que hace Jaspers no es suprimir ese pasado cristiano, sino incluirlo en un ámbito englobante, que él denomina tiempo axial, y que —tal y como vimos— incluye a otras grandes explosiones espirituales que tuvieron lugar entre 800 y 200 antes de Jesucristo. En esta época —y, sorprendentemente— sobrevienen en las grandes culturas importantes cambios propiciados por personajes destacados, de modo simultáneo, sin mayor conexión entre ellos, cabe pensar. Confucio y Lao-Tsé en China, Buda y los Upanishads en la India, Zaratustra en Irán, los grandes profetas en Palestina, los poetas y los filósofos en Grecia.
¿Qué es lo que caracteriza esta época? Pues que el ser humano adquiere consciencia del ser en su totalidad, y también de sí mismo y de sus límites. La actitud desde la que se siente instalado en la naturaleza diverge radicalmente de tiempos previos, cuestionándose cuál era su lugar, planteando de modo diverso ciertas cuestiones radicales a las que trata de responder desde una inquietud profunda, poniendo en solfa intuiciones, costumbres, valoraciones que hasta entonces se había asumido un tanto inconscientemente.
Ciertamente, este cuestionamiento le sitúa en una posición de inseguridad, beneficiosa a la postre en tanto que propicia que se pueda plantear nuevas posibilidades. Por muy distintos que sean en sus actitudes y en sus creencias los profetas y los filósofos, los ascetas y los peregrinos de todas estas culturas, en el fondo late en sus corazones una misma inquietud. Con esto no se quiere decir que todo fuera de color de rosa, ni mucho menos. La historia lo avala: sí, se reflexionaron sobre muchas cuestiones sociales y trascendentales, pero también es cierto que los estados y los reinos peleaban continuamente entre sí, viviendo temerosos unos de otros. Hubo momentos de destrucción, pero también de construcción; la historia no era lineal, sino más bien con altibajos, y muy acusados; no se alcanzó ninguna meta, aunque, paradójicamente, se dio un crecimiento asombroso. Valgan los grandes imperios creados desde Occidente a Oriente.
Pues, es a este tiempo axial al que se remonta la vida espiritual de la humanidad de hoy. Se puede decir que de las categorías fundamentales creadas en aquella época seguimos viviendo hoy en gran medida, del mismo modo que fue por entonces cuando se crearon las grandes religiones universales que perduran hasta hoy. ¿Está ocurriendo hoy algo que pueda singularizar nuestra época? Jaspers (a mediados del siglo XX) ya se hacía eco de la dimensión universal de nuestra historia y de nuestras relaciones sociales, así como del gran desarrollo científico-técnico existente. Los niveles actuales de globalización son un hito novedoso en ese gran relato histórico universal: hoy en día todo está conectado con todo en gran medida. A la luz de la globalización actual, lo ocurrido en otras épocas parece un agregado de historias locales entre la cuales saltan chispas cuando contactan entre sí. Hoy en día la situación es muy diferente: en cada historia local cobra cada vez más relevancia la dimensión internacional, cosmopolita, convergiendo todos los agentes hacia una especie de ¿qué? Pues quizá hacia una historia universal, sí, aunque ahora unificada, para bien o para mal.
La historia se precipita a un Presente de correlatos universales
ResponderEliminarTodo está conectado con todo, y cada vez a mayor escala planetaria, ¿no?
Eliminar