Una aplicación importante de la ley √n que nos explica Schrödinger (y que veíamos en este post), está directamente relacionada con nuestros procesos perceptivos, poniendo de manifiesto lo complejo que sería que dichos procesos se debieran a leyes estocásticas, tal y como acontecen en la materia atómica, y lo diferente que sería nuestra vida, si es que en estas condiciones fuera posible.
Uno de las metodologías que utilizan los científicos para medir de un modo cada vez más fino, es emplear, en la medida en que la tecnología así lo permite, instrumentos de elevadas sensibilidades. Por ejemplo, si se quiere medir la actividad de un determinado campo energético o de fuerzas, que sea lo suficientemente débil, se utiliza un material liviano pendido de un hilo; como se puede suponer, cuanto más liviano sea el material empleado, más débil será la fuerza que lo pueda desplazar de su postura de equilibrio. Éste es el principio de la balanza de torsión, el cual encuentra un límite curioso; es decir, que no siempre es oportuno recurrir a cuerpos cada vez más livianos, ya que a la postre, podía resultar contraproducente. Efectivamente, si se eligen cuerpos cada vez más ligeros, se llega a un momento en que estos cuerpos se ven afectados no tanto por aquello que se quiere medir, como por los choques propiciados por los movimientos térmicos de las partículas que les rodean. Así, no es posible alcanzar una posición de equilibrio a partir de la cual comenzar a medir, por lo que el experimento quedaría imposibilitado.
Ciertamente, este efecto ocurre siempre, aunque, cuando se
trata de estudiar fuerzas más elevadas, se puede despreciar sin ninguna
alteración significativa del resultado. No obstante, cuando las fuerzas son
débiles, hay que afinar y repetir varias veces el experimento para poder
eliminar los efectos del movimiento browniano de las partículas sobre nuestro
material de medición.
El mismo Schrödinger lanza la idea que me hizo pensar en
este post. Porque, si nos damos cuenta, nuestros órganos sensibles no dejan de
ser una especie de instrumentos, sensibles a la alteración que les pueda
advenir desde el entorno. Si nuestros órganos no tuvieran un tamaño mínimo,
difícilmente podrían asumir su función, como es la de ofrecernos una noticia
fiable del entorno a la escala en que nuestra vida es viable (y así, con
cualquier otra especie). Para tamaños más pequeños, su relación con la realidad
sería indefectiblemente diversa, siendo afectados por una información que
cualitativamente ya no se debería únicamente a la información que nos pudieran
transmitir de nuestro entorno (y que necesitamos para relacionarnos con el
mismo), sino que también registraría otra serie de afecciones propiciadas por
dicho movimiento browniano. De alguna manera tal información también sería una
información del medio, pero no nos ofrecería un contenido informativo válido
para poder desplegar nuestras vidas, por lo menos tal y como éstas se
encuentran en nuestro estado evolutivo.
Como dice el gran físico, gracias a esto «podemos
convencernos de lo inútiles que serían nuestros órganos en el caso de que
llegaran a poseer una excesiva sensibilidad». Supongo que lo mismo se podría
afirmar de cualquier otra especie.
Creo que esto enlaza con una cuestión especialmente importante, como es qué sea la realidad: ¿la que vemos nosotros, la que ven otras especies, la que detectan nuestros aparatos a nivel subatómico? Normalmente se nos dice que lo que percibimos no existe como tal, que es un constructo nuestro. En mi opinión, esto es una verdad a medias. ¿Acaso, cuando afirmamos que percibimos átomos y quarks, no se trata también de un constructo, de una interpretación de la realidad? Yo creo que sí. Igual que lo mismo acontece ante la percepción de cualquier otra especie. Yo creo que preguntar cómo es la realidad, si cómo la percibimos nosotros, o cómo la perciben los murciélagos, o los delfines, o las hormigas… o que no es ninguna de ellas porque se trata de pequeños corpúsculos de materia y energía, no es una pregunta adecuada.
A mi modo de ver, creo que la realidad es, en todos los casos, un constructo entre la información que nos proporciona la realidad en sí misma, y la elaboración que realice cada especie según sus posibilidades fisiológicas. Decir que una es más realidad que otra creo que no es una afirmación justa. Creo que para poder discernir todo ello, debemos decir en qué nivel de realidad nos situamos. Tan real puede ser un color, como tan irreal si nos situamos en otro nivel de realidad (a nivel fotónico, por ejemplo).
En principio se podría diferenciar entre , una realidad fisiológica primaria y una realidad lógica inteligente ,procesada a nivel cuántico como constructo.
ResponderEliminarsaludos profesor!
Sí, algo así podría ser. Lo difícil es pensar cómo es la realidad sin ese procesamiento que hacemos, ¿verdad?
ResponderEliminarDe acuerdo...entonces deberiamos recurrir al reduccionismo fenomenológico.Interesante aportación.
ResponderEliminarGracias por la atención.
Yo creo que lo interesante del asunto es, siendo conscientes de que la realidad es mucho más de lo que nosotros podemos percibir de ella, cómo podemos tener noticia de todo ese 'mucho más' del que en principio no podemos tener noticia. Todo un reto. Un saludo.
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