Hoy voy a escribir un post un tanto atípico, pues el protagonismo no debe recaer en estas líneas sino allí a donde apuntan, esto es, a unas Jornadas que vamos a celebrar lunes y martes de la semana que viene en mi Universidad, y que organiza el grupo de investigación al que yo pertenezco.
En dicho grupo estamos acercándonos al fenómeno afectivo desde un doble punto de vista: filosófico y neuro-científico, analizando su repercusión en la conducta humana, y también en la cognición. Cuando hablamos de estos conceptos…, o mejor dicho, cuando profundizamos en ellos y atendemos a su génesis fisiológica-neurológica en nuestro cerebro, vemos cómo las fronteras se difuminan. Efectivamente, los límites que en un principio parecían claros y bien definidos, digamos que se hacen permeables, que se esponjan, permitiendo que los distintos fenómenos se salgan de aquellas casillas perfectamente establecidas en las que primariamente los teníamos conceptuados. No está claro dónde acaba una emoción y dónde comienza una acción, o qué peso tiene en todo este proceso el ámbito cognitivo. Aparece todo como en un estado constructo, en el que es difícil precisar qué es consecuencia de qué, o qué es el resultado de qué.
El estudio científico del cerebro ha avanzado notablemente
en estos últimos años gracias al avance de la tecnología. Qué duda cabe que
investigar nuestro cerebro presenta un indudable hándicap, como es que no lo
podemos manipular abiertamente. A causa de ello su estudio se ha visto
notablemente limitado, hasta que las nuevas técnicas han posibilitado dar ese
paso cualitativamente importante, un paso que sin quitarle un ápice de
importancia la verdad es que sabe a poco. Esto lo digo en el sentido de que nos
falta mucho por saber, y estamos ávidos de ello. ¡Es tan poco lo que conocemos
de nuestro cerebro! Hay un elemento que también quisiera constatar, y es cómo el
enfoque filosófico del problema ayuda a una comprensión —diría— más lograda o más
adecuada de todo ello. Ya no por el hecho de que ciertas reflexiones
filosóficas realizadas en un pasado cercano (y no tan cercano) alcanzan una
actualidad sorprendente a la luz de estos resultados científicos recién
alcanzados, sino porque un enfoque filosófico contribuye a superar las
coordenadas estrictamente científicas lo que sin duda enriquece la investigación.
Si la filosofía se alimenta mucho de la ciencia, la ciencia también se
enriquece de la filosofía.
La compasión es la protagonista de las Jornadas: ¿es la
compasión algo intrínseco a la especie humana, o es un constructo social o
cultural para compensar nuestra crueldad innata? Esta es la cuestión. Nos vamos
a acercar a ella desde distintos puntos de vista: el filosófico (¡cómo no!)
pero también el espiritual, el social e incluso el jurídico. En concreto en la
mesa en que participo vamos a hablar de algunos filósofos que defienden
alternativas diversas: unos hablarán de la crueldad como rasgo básico humano,
otros de egoísmo y otros de compasión.
En fin, un momento para
disfrutar y aprender de tanta gente preparada invitada y de la propia casa. Os
adjunto el link de las Jornadas por si es de vuestro interés, en el que se
puede ver el programa, etc.: http://proyectoscio.ucv.es/agenda-de-actividades/emocion-empatia-y-compasion/.
En breve colocarán un enlace para poder presenciarlas en streaming, por si alguno
estuviera interesado en visionar únicamente alguna parte en concreto (o todas,
claro).
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