La ética aristotélica, lejos de la ingenuidad que con cierta frecuencia se le atribuye, se erige en una reflexión totalmente válida y actual, tal y como nos pone de manifiesto Gadamer aquí (o también Ricoeur, quien con su pequeña ética la recupera en diálogo con la ética formal kantiana).
Veíamos en el anterior post el problema de la aplicación, problema clave que se puede resumir en cómo se produce el vínculo entre lo general y lo particular; pues bien, este problema puede vincularse privilegiadamente con la ética aristotélica, en tanto que intenta hacer aterrizar a la vida humana esa idea platónica más general de bien, sirviéndonos de claro ejemplo de la tarea hermenéutica que Gadamer propone. Lejos de hacer una exposición de la misma, lo que hace Gadamer es exponer unas ideas clave. Una de ellas es la de situar lo que es el ethos humano frente a la physis, en el sentido de que en el ámbito del primero influye lo que haga el ser humano consigo mismo y cómo se comporte, y en el del segundo no. Como decía Aristóteles, el saber ético tiene que ver con ‘aquello que puede ser de otra manera’, es decir, con el hacer humano; y el científico, con ‘aquello que no puede ser de otra manera’, es decir, con el acontecer de la naturaleza.
En este sentido, en tanto que lo moral se da en la vida
concreta de cada persona, habrá que ver cómo articular la aplicación de las
normas generales a la vida de cada cual: ¿cómo saber, a la luz de una norma
ética general, qué me pide la situación concreta que estoy viviendo ahora, cómo
tengo que responder ante ella? Al respecto, dice Gadamer muy agudamente que un
saber general, sin saberlo aplicar en lo concreto, en el fondo carece de
sentido.
Aristóteles es consciente de que a este tipo de saber (moral) no se le puede exigir la exactitud del saber matemático; tan sólo pretende poner de manifiesto este perfil de las cosas, para situar adecuadamente a la conciencia moral en su ejercicio. Un ejercicio que no puede estar desligado de un saber (moral) general ni de un saber aplicarlo a un caso concreto (ámbito en el que se la juega estrictamente hablando la conciencia moral). Es la diferencia entre la episteme y la phrónesis, el conocimiento natural y el moral. Y Aristóteles realiza una diferencia sutil, y muy importante, como es no confundir la prudencia con la tekhne, como a veces pudiera ocurrir. La tekhne tiene que ver con el saber del artesano, con su habilidad fabril; ciertamente, la moral tiene que ver con cierta habilidad del artesano, en tanto que el hombre se hace a sí mismo, se moldea, pero el caso es que la ‘artesanía’ del hombre que se hace a sí mismo es diversa a la de cualquier artesano que aplica unas prácticas generales al caso de su manufactura en concreto. Y en esta diferencia cabe situar su proximidad al problema hermenéutico que nos ocupa: porque ‘aprender’ lo moral no consiste únicamente en aprender una técnica aunque sea a base de años y años de experiencia, que, por lo general, siempre se aplica igual; es otra cosa, y en ella interviene y mucho la propia conciencia moral: en la vida humana hay que aplicar ciertos principios morales generales comúnmente aceptados, pero cada caso concreto es distinto y, en consecuencia, no se puede aplicar un saber ‘técnico’. De entrada, ya hay una diferencia radical, de enorme relevancia en el resultado de la configuración del hombre: que no sólo hay que hacer el bien, sino que hay que querer hacerlo. Es para destacar esta diferencia que Aristóteles llama a este saber moral no como un saber sino un ‘saberse’, un saber para sí.
Si nos fijamos, si bien el saber artesanal sabe ya dónde
quiere llegar, el saber moral no lo sabe del todo. El alfarero sabe qué objeto
quiere hacer, pero el ser humano no sabe a ciencia cierta qué quiere llegar a
ser, en qué tipo de persona quiere llegar a convertirse; puede tener una idea
general más o menos vaga, más o menos difusa, pero en lo concreto de su vida es
más complicado. El saber moral no sabe cuál es su objetivo concreto; más bien
se deja guiar por unas directrices que le van orientando en las situaciones
concretas. Porque el caso es que ‘lo moral’ en una situación concreta, hay que
discernirlo a la luz de ‘esa’ situación concreta, con sus particularidades
específicas. Esto pudiera ocurrirle también al artesano, a quien en un momento
dado se le puede estropear una pieza de barro y tenga que aplicar todo su saber
(técnico) para recuperarla y salvarla. Pero el saber moral es radicalmente
diverso, pues por su propia índole ésa es la situación usual, además de que es
así cómo se va perfeccionando precisamente el saber moral.
....Tal vez, el saber moral requiere un compromiso Ético-Hermenéutico.
ResponderEliminarPues totalmente de acuerdo; creo que hoy en día no se puede entender la filosofía (ni la ética) sino es a la luz de la hermenéutica. Algo de esto tiene que ver la 'transformación de la filosofía' de que habla K. O. Apel. Un saludo.
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